viernes, 4 de diciembre de 2015

UN TAJO, UNA VIRGEN Y EL PERDÓN.








UN TAJO, UNA VIRGEN Y EL PERDÓN.


El verano de 1934 fue de coco y huevo, en cuanto a que no hubo sombra ni baldeo al anochecer ni búcaro de Arroyo de la Luz capaz de apaciguarlo; los correspondientes al trienio 1936-1939 tuvieron muy poco que envidiarle. Y la madrugada -víspera de la onomástica de Enrique Domínguez Delgado-, del año que todo español con cierta edad tiene grabado como el del chupinazo inicial y oficial del muy innoble arte cainita, fue plúmbea también. Tan así fue, que la decisión de Enrique, de coger -desde la campiña marchenera- a su primogénito y al Opel... y encaramarse súbitos a la serrana Ronda, lo abrasó, lo derrumbó...

Unas letras de un sobrino de E. Domínguez Delgado a su primo hermano E. Domínguez L-Sanabria, muchísimos años después...



- Enrique Domínguez Delgado fue, era mi abuelo.
- Enrique Domínguez L-Sanabria fue, era mi querido padre.



... continúa la carta del primo de mi padre, muchísimos años después...



Me contaron, hace muchísimo tiempo también, que mi abuela Teresa Lucía siempre llevaba a mano una estampa de la Inmaculada Concepción, Reina de la Plaza del Triunfo -en Sevilla- desde 1918, esculpida..., salida de las manos de su primo Lorenzo; y que durante aquellos infernales días no dejó de suplicar un Milagro... La Madre de Dios la consoló y la escuchó: a ella y a todos los reventados en todas las Guerras. Sin color, con o sin razón...
 
  Enrique Domínguez Delgado. Tuvo cara, y tuvo familia que perdonó.                                                                

                                                            
MONUMENTO A LA INMACULADA CONCEPCIÓN.

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN

©  Rafael Mariano Domínguez Fraile

    Valencia, diciembre 2015

miércoles, 25 de noviembre de 2015

¡TIERRA A LA VISTA!, Don Cristóbal...




¡TIERRA A LA VISTA!, ConDón Cristóbal...




<<Y con el Señor completamos el pasaje>>, díjole de modo distraído y zumbón a su mujer, que lo escuchaba sentada en la mesa de la cocina como la que oye llover el día 169 en un monzón cochinchino..., mientras ella le metía el huevo de zurcir al talón del calcetín. <<¡Lalito, ya te valeeee! Cualquier día lo metes en un lío, y como si os estuviera viendo delante del juez Castro>>.




La verdad sea dicha, no tenía muy claro Lalo Monje el porqué de las dos o tres visitas anuales a la isla de Malta... Menos aún, que tuviese que ser en bajel la travesía... Mucho más misterioso, el hecho de que hubiese que navegar hasta la Valeta sorteando el enfurecido las más de las veces Estrecho de Bonifacio -entre la norteña y francesa Córcega y la sureña e italiana Cerdeña-, además de escoger la ruta más estrafalaria, menos racional y más inconexa que marino que se preciase pudiese trazar sobre una carta náutica..., pues desbordadas Córcega y Cerdeña, continuaría haciendo parábola el velero a través del siempre complicado paso de Mesina; y ahora sí, de un puntapié desde la punta de la bota italiana rumbo a la Capital de la que fuera colonia de su Graciosa Majestad.

Cuando una persona cree tener cierto dominio sobre la ciencia estadística -de probabilidades, más bien-, de psicología, y del Arte del camuflaje acendrado -atroz disfraz, más bien-..., entonces, mascullaba Lalo Monje, mientras embocaba a palo seco la bocana del Puerto de Valencia y comprobaba el celo de la Guardia Civil , no le espera mejor destino que el que se disponía a retar una vez más; él, unos forofos “fósforos” de las matemáticas y el Señor... Todos, avezados marinos y Vividores sin cuartel...


Fue un primero de octubre cuando partieron esos cofrades, pues la apostada cita tendría lugar durante el último tercio del décimo mes del año. Tal circunvalación ya descrita, surcando lo más septentrional del mar Tirreno, suponía y demandaba toda aquella antelación en el tiempo, las cuales -circunvalación y antelación-, siempre alumbraban y eran testigos de esa lenta maceración y temple que todo jugador necesita, y que va cobrando en su consciencia.


Seis individuos embarcados, sabedores del filo de la navaja por la que surcan, y azarosos y enchufados al portátil en los ratos en los que el Patrón no tira de ellos para los menesteres culinarios y la trabazón del día a día de un buque de dieciséis de eslora..., media docena de hombres así, es mejor tenerlos el mayor número de ocasiones haciendo de pinches, mediante un cuadrante cuasi cuartelero, de lo que será sin duda la argamasa y la pomada de tan complicada convivencia: el momento en derredor de una mesa atestada de suquet de rape o de tataki de atún o de espaguetis a la putanesca o de pollo al curry o de atún marinado con salsa de soja y sésamo o de un caldero de arroz de pescado... pescado al curricán en estelas plateadas.



 Ësto, y hacerles creer imprescindibles en los menesteres de virar y cazar las escotas, o izar y arriar velas, o tomar a mano los rizos de estas últimas..., en un barco acondicionado, aparejado y trimado del modo más egoísta imaginable, pues todo lo anteriormnte descrito había sido capaz de urdirlo y manejarlo en solitarias y gozosas ocasiones una sola persona.


Tener que haber sacado sus enseres del camarote de proa -único rincón de un mediano balandro donde la palabra confort tiene su asiento-, para honrar en esta recalada al Señor, era un acto lleno de simpleza para Lalo, pues todo el bagaje de su Marina iba siempre con él: su cabeza de Barbarossa, su sexto sentido y su corazón. Dos manoseados libros de bolsillo, de lance y viejos, imprescindibles y posibles de leer y releer a ratos muy sueltos; su neceser de aseo; y pare usted de contar. Todo su estar, durante aquellos interiores ratos a los que él llamaba "hacer de Jonás", era acogido por la sala principal y la funcional y estajanovista cocina. 


... ¿Qué se puede comentar de una travesía encajada y trazada con una finalidad tan poco ociosa, meticulosa y espuria, en el fondo; tan profesionalizada en todas sus liturgias?... Muy poco, pues el que no afinaba mañana y tarde todas las probabilidades y embates entre jugadores profesionales, ponía al día y a punto sus cuentas en las sucursales de las ya casi a la vista La Valeta y San Julián...

Durante veinte días y sus noches se navegó en un otoño remansado, veraniego y plácido; y sobre todo se hizo Vida Plena arando el único Mar de la Tierra. 

<<¡Vamos perros!>>. Fueron las palabras cargadas de chanza y medio gangosas que de modo socarrón coordinó el Señor, apostada su pierna menos mala sobre el muelle-pantalán del puerto deportivo. Antes de la maniobra de amarre ya habían acordado el día y la hora del reencuentro de todos para el retorno.


La policía montada de Malta escoltó al regio e ilustre visitante hasta las dependencias de la "Malta Freeport Terminals Ltd."; pareció, entre la canícula, que el depredador subía en la parte posterior de un vehículo de lujo. El repóker de los que aún trajinaban sobre la cubierta adujando cabos y baldeando con agua dulce se restañaba el dolor, por resultar no ser ninguno el acompañante de aquella rubia que le abrió la portezuela al Señor. 

Un taxi llevó a los cuatro matemáticos y a Lalo hasta el apartamento alquilado en San Julián, a la vera del Casino Portomaso... Le sonó el móvil al patrón nada más desparramar el macuto sobre su cama...

- ¡Cariño!, te has dejado aquí el sombrerito y tu barra de labios preferida..., la de marruecos.

- ¡Eres boba u qué? llevo siempre en el camarote media docena apilados; antes me dejo en tierra el GPS , los Ploter  y la colección de Playboy...

Durante diez días, y sus noches..., ya todo fue:
Bet (apostar), Call (ir), Fold (retirarse) -de esto poco-, Check (pasar), Raise (envidar), All-in (apostar todas las fichas de una vez).
& off course... despistar_______






El gasoil, el agua, los víveres para la vuelta y la factura del Puerto -y la propina- los pagó Lalo en meálico... Con billetes de cincuenta. <<¡Amarras fuera!>>. Era la voz del Señor, que hacía con deferencia la maniobra de desatraque.
Los números de este viaje jamás serán publicados; y los sabuesos de Montoro sólo podrían tener constancia de ellos si los bragados componentes de la patrullera de la Guardia Civil tuviesen acceso al magín de Lalo Monje: el voluminoso chásis-carcasa de la luz todo horizonte, situada en todo lo alto del mástil, tuvo en la ocasión que nos entretiene la culpa de esta viveza para con Hacienda...

En el contrato verbal que el Patrón siempre efectuaba con toda la tripulación, la cláusula en la que se especificaba que Él se hacía cargo de todo el vil metal que hubiese en su barco era de Ley. <<¡Cabos sueltos en mi cascarón, ninguno!>>.

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- ¡Bárbara, Majestad, Bárbara, esa Corina!
- ¡Qué Palomita! ¡Has visto, Monje?
- ¿Desea Usted que nos pasemos por Palma y visita a la Familia...?...
- ¿Quieres que te pegue una Real hostia, Monje?
- Entonces nos hacemos unos bordos y dejamos a sotavento Mallorca, Majestad...





® cristóbal de montoro... a cuenta de mi IRPF 2015.-
otoño 2015





martes, 29 de septiembre de 2015

NECESITO ESCRIBIRLO.


                                      Carlos III: un rey lleno de luz.
             

NECESITO ESCRIBIRLO.

Cuando los españolísimos: Miguel López de Legazpi, Julián Zulueta, Andrés de Urdaneta, Diego de Gardoqui y Fray Juan de Zumárraga hacían empresa patria allende los mares, a la matriz Volkswagen de la época, del Sacro Imperio Romano Germánico de Maximiliano I de Habsburgo hacedora de carros comprometidos y fiables hasta las trancas, de hasta dieciséis bueyes de potencia fiscal..., a todos los teutones y sus empresas, digo, les quedaban casi V siglos V para poder denominarse de modo fetén alemanes.


Cuando el 17 de octubre de 1759 Carlos III zarpó de Nápoles con destino a España para ser coronado..., a los habitantes de la espinilla de la bota les dio tal apenado jipido en la despedida, que sus lamentos fueron oídos en la también muy española pelota de Sicilia.


  Multitudinaria despedida de Carlos III en Nápoles.
  [Embarco de Carlos III en Nápoles. De Antonio Joli.]

Cuando los muy traidores españoles Fernando 7º –ni romanos se merece– y el Picha Brava de Godoy hacían eslalons de felonía a costa del muy adornado y cazador Carlos IV..., creo, que durante aquellos días el nacido en la muy francesa Niza, Garibaldi, aún tenía edad para que le dieran teta muy poco italiana...

Si un gallego silvestre, melifluo e independentista me espeta que...“qué tengo yo que ver con uno de Almendralejo...”. Un servidor no tiene problema radical en contestarle “que lo mismo que TÚ con tu vecino de Betanzos y de rellano que no puedes ni ver: NADA”.

Si un sanguíneo, rasurado e impoluto vasco me intenta abucharar porque el diámetro de su no sé qué circunda más que el mío..., yo le digo que tener sangre riojana, catalana, andaluza y sobre todo de aquella que llegó a granel y sin pedigrí durante las repoblaciones de la segunda mitad del XVIII con numerosas familias centroeuropeas..., yo le digo, decía, que todo esta rebujina es una putada, pues no sé a quién imputarle mis desaforos y desmedidas...

Y si por un acaso un burgués separatista amb seny, claro, me recrimina que “¡ya está bien de que ellos sean la máquina y la fábrica de España!, y que cada cual con su pan se lo coma...”. No es complicado retrucarle que lo de dejar en la cuneta al hermano “pobre” o necesitado no es la prédica más afortunada para sus onanistas recalentones, en cualquier foro sensiblero Universal actual.

Y lo último: yo no sé definir ni nación ni nación de naciones ni entelequias varias. Pero sí sé que bastante más de un 80% de españoles tenemos voluntad de estar juntos, de tener referencias comunes como para hacer descarrilar el tren de los necios egotistas. Y que el problema del separatismo catalán, vasco o gallego, es un problema MORAL... más que político o cultural: el de la minoría desconsiderada, iluminada, ventajista, ilustrada de la Red y de la Wiki (rayana a ser admitida en cottolengo); que toma asiento en una sociedad muy muy muy enferma.



Alegría y Fiestas en Barcelona con motivo de la arribada de Carlos III http://www.museunacional.cat/es/colleccio/comitiva-de-la-aurora/aj-defehrt/028259-g


≈ De Nápoles a España.  http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2015/09/17/55e58b14e2704e0d388b4581.html


¡VIVA EL REY! 




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SAN ISIDORO (Alabanza de España)

San Isidoro de Sevilla
“Laus Spaniae” (Alabanza de España)
(“La autoridad del gran polígrafo hizo que la “Laus Spaniae”, el himno natalicio del pueblo hispanogodo, quedase entre los connacionales del obispo hispalense como el credo nacionalista profesado durante muchos siglos,  reiterado y refundido en múltiples foormas, lo mismo en tiempo muy crIticos para el amor patrio, que en épocas de nueva   exaltación optimista”. Menéndez Pidal, Historia de España”)
De todas las tierras, cuantas hay desde Occidente hasta la India, tú eres la más hermosa, oh sacra España, madre siempre feliz de príncipes y de pueblos. Bien se te puede llaamar reinna de todas las provincias....; tú, honor y ornamento del munso, la más ilustre porción de la tierra, en quien la gloriosa fecundidad de la raza goda se recrea y florece. Natura se mostró pródiiga en enriquecerte; tú, exuberante en frutas, henchida de vides, alegre en mieses...; tú abundas de todo, asentada deliciosamente en los climas del mundo, ni tostada por los ardores del so, ni arrecida por glacial inclemencia....Tú vences a Alfeo en caballos, y al Clitumno en ganados; no envidias los sotos y los pastos de Etruria, ni los bosques de Arcadia...Rica también en hijos, produces los príncipes imperantes, a la ez que la púrpura y las piedras preciosas para adornarlos. Con razón te codició Roma, cabeza de las gentes, y aunque  te desposó la vencedora fortaleza Romúlea, después el florentísimo pueblo godoo, tras victoriosas peregrinaciones por otras partes del orbe, a tí amó, a tí raptó, y te goza ahora con segura felicidad, entre la pompa regia y el fausto del Imperio. 


primeras señas de identidad colectiva
http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/1091297.pdf

BLASDELEZO http://www.abc.es/20121026/archivo/abci-blas-lezo-201210251658.html

COSME DAMIÁN CHURRUCA http://www.abc.es/historia-militar/20130125/abci-churruca-espanol-murio-combatiendo-201301242018.html


Daoiz, Velarde Y EL TENIENTE RUIZ  
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+ https://espanafascinante.com/leyenda-de-espana/leyendas-de-madrid/daoiz-y-velarde-parque-de-monteleon-levantamiento-del-2-de-mayo-de-1808-en-madrid/

http://www.abc.es/historia-militar/20130301/abci-daoiz-velarde-espana-heroes-201302281851.html

L E P A N T O http://www.grandesbatallas.es/batalla%20de%20lepanto.html




LA HEZ DE ESPAÑA!!!






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en cualquier rincón del Mundo y sin fecha.
© cualquier español de bien. Así.

martes, 16 de junio de 2015

EL NERVIÓN DE MIS 16





Primero fue un tal Valero --despidiéndose de un “Indígena Africano” y teatralizando un The End que ni el de “A Dios pongo por testigo”, con satinado y saturado contraluz aljarafeño..., ¡vamos!--; luego, un tintinear en mis tímpanos, previo peaje en mis retinas, de LAS LILAS; y lo postrero fue, como casi siempre, la imposición estajanovista y casi dictatorial del bueno de Gianni Rodari: <<Las amistades de los dieciseis años son las que dejan señales más profundas en la vida. Pero esto, aquí, no interesa. Lo que interesa es tomar nota de cómo una palabra mágica puede desvelar espacios de nuestra memoria que yacían bajo el polvo del tiempo>>...
El bar LAS LILAS fue, desde el premio con un Pepito --ríase usted de todas las estrellas michelín del universo--, nada más terminar de hincarse uno la misa de una en los Redentoristas, hasta la parada y fonda en medio del barrio, con: <<¿ME puede usted hacer el favor de darME un vaso de agua, por favor...? ¡Muchas gracias!>>. En la misma acera, casi al lado, se encontraba el ultramarinos de Don Federico Cortés. ¡Sí, sí!, Don Federico. Ese comerciante que te despachaba cien gramos de york en perfecto estado de revista. No recuerdo en toda mi corrida vida a otra persona despachándome charcutería --que no fuese fina-- ataviada con chaleco abotonado, elegante chaqueta y corbata, como hacía Don Federico Cortés. Su señora no le iba a la zaga, sobre todo en amabilidad y compostura. Todavía hoy hay simiente de ellos por el barrio: en Manuel Casana, 6, la casa de cristales y marcos LA BUHAIRA, de uno de sus hijos; no sé si Pedro de nombre; templado también él. Seguimos en Manuel Casana --por cierto, la que fue casa-carpintería de Manuel Casana sigue en pie en Santo Domingo de la Calzada, 13; obra del arquitecto Aurelio Gómez Millán--... Pero seguíamos en la calle Manuel Casana y en la misma acera que la cristalería: la consulta médica del Doctor Don Rafael Castro Artigas, compañero de milicias de mi padre y nuestro médico de cabecera, y no por ese orden; sigue allí su labor su hijo Rafael. Por fin en la esquina con Divino Redentor sigue alumbrando ese cantillo la tienda de electricidad; creo que cuando se extinga el sol convirtiéndose en una gigante roja --del Sevilla f.c. of course-- la tienda de electricidad se apagará para siempre, antes, no. Un saltito atrás en la calle, pues no sé cómo se me han pasado las cuñas y las palmeras de chocolate de ELADIA... ¡Ay, Eladia, Eladia y sus hijas, con sus flemas! --o sus sobrinas, no recuerdo bien--; creo que en Palacio y Valdés, en una accesoria a mitad de calle, seguro. ¡Dios Santo las cuñas de Eladia!... En un brinco del chavalote que fui me coloco en el mostrador de EL POLVILLO; todavía hoy trabaja allí una de las encargadas de toda la vida, y cuando de cuando en cuando me dejo caer por el bendito pan de mi bendita madre, quedamos mirándonos... <<yo a ti te conozco de algo>>. Y al ladito, también en Divino Redentor, “LO que le queda al DÍA” --o Supersol-- del Cobreros... Enfrente, hoy, una de la un trillón de fruterías en todas las ciudades del orbe; pero no traigo aquí la frutería, sino el taller de coches que en ese local hubo y al foso que siempre me asomaba... ¡¡Hola, Baby Acosta!!... Espinosa y Cárcel era ya una de las fronteras con "empalizadas", con hermosas tapias en las Carmelitas y sobre todo en las Salesianas... Empalizadas, empalizadas... ¡Ah, claro! “El planeta de los simios” en el cine Goya; y toda la saga de los “Harry”, ¿no, Clint?... ¡Unas patatitas fritas de LA ESTRELLA al final, al principio, de la calle Goya? ¿Gustan ustedes? No he llegado por gusto a la calle del de Fuendetodos, no; ha sido merced a la sombra de las añosas acacias de Eduardo Dato; africanas teníais que ser para aguantar sin rechistar las obras a plazos de un infernal Metro... ¡Que en Florencia no hay Metro, carajo! Y más arriba el cine Nervión --lo más parecido al “Planelles” de mi querida Marchena natal--, en la Gran Plaza. En este bello altozano de la Plaza del Capitán Cortés --donde podemos otear, mano a guisa de visera, que el cuerpo central de la Giralda nos llega por la cintura--, LA PONDEROSA, y siguiendo la senda del medio pasaje de Lionel Carvallo... el vasto salón de juegos: futbolines de a un duro, billar de muchachotes arremangados casi hasta los hombros y “pin-pon” de una hora a mucho tirar. El bar-cafetería-churrería-restaurante y los futbolines navegan hoy en nuestra memoria; y son un Opencor y una cadena de carnicerías los del cursi relevo generacional: ambos con horarios, precios y géneros indescifrables. Marqués de Pickman, su embrujo y su duende: zoco de Nervión, Mercado de Nervión, Fotomatón, perfumería Ana un 30% más barata que la del Cortinglés, ¡compruébenlo! Sigue allí una ferretería de toda la vida, no recuerdo su nombre y no lo voy a buscar en el google... Hoy..., chinos, chinos y más chinos y fruterías; y en la frontera del oriente, aún otean el horizonte del Tamarguillo asfaltado la Óptica Luque y los eucaliptos, con más años que el Puente de San Bernardo... ¡¡Ay San Bernardo, ay San Benito!! Salto en el espacio-tiempo: San Francisco Javier todavía no ha nacido; Luis de Morales es sólo un paciente aprendiz pacense; y de la milla de oro sólo tienen trescientos metros de un mal adoquinado y peor alumbrado paraje de los alrededores o afueras de mi Sevilla... No hay ni fotos de entonces; y sólo la palmera esquina con Eduardo Dato, Santiago Pagés y OLÉ --el de la ortopedia Masu--, y el que aquí tienen aporreando... recuerdan el paisaje. ¡Qué lejos me quedáis Templete y calle Oriente!

Trece añitos, catorce añitos, 15 años, 16 años: sábados de futbol matinal en la explanada malamente asfaltada junto a la Preferencia del Sánchez Pizjuán: 4 piedras, rodillas desolladas por docenas; furgones y caballos de los “Grises” y gorrillas del A.N.I.C. los domingos por la tarde... Domingos alternos quedando a las cuatro y media en la puerta nº 15 con Manolito Lorente, Nono Roche, Juanma Lora, Julio Cabrera, Julito Illanes, el Chirlo Cazorla..., los de Roque Olsen, Cid Carriega, Miguel Muñoz, el bendito cateto de Coria... Más fútbol, los sábados “detrás” de la película de la Primera, en la liga de Portaceli del Padre Huelin. En realidad Nervión era todo Padre Huelin y Carrasquilla y Portaceli y cine allí mismo los domingos a las cuatro y Fiestas Rectorales y más fútbol dominical “detrás” de la misa de diez y media. Y Nervión era las niñas de Óscar Carvallo --¡Ay! Anamari Fernández!, mira que irte con uno de la Trinca...--. Y Nervión siempre fue: irle a mi madre por los mandaos al Cobreros, al Polvillo, a mis amigas las churreras del Suroeste y de la calle Padre Campelo. Y yo recompensado con el taco enorme de ABC´s, vendiéndolo en el almacén de papel de Santo Domingo de la Calzada; y salió ardiendo... Y Nervión se fue a 800 kms de mi vida pero a una millonésima de segundo del Milagro de la Memoria y de volver a saborear, sólo con pensar en ellos, los tocinos de cielo de la confitería de San Juan de Dios. Y mi infancia es mi vida --¿o debe ser al revés?-- porque es ley que así sea y porque ya lo dejó escrito aquél, el bueno de Rilke: <<No creáis que el destino sea otra cosa que la plenitud de la infancia>>. ¿Verdad, Valero?...



  • sobre los textos
    ©  Rafael Mariano Domínguez Fraile (ana casaenrama)

        Junio de 2015


martes, 31 de marzo de 2015

A Vd., Señor JOBS... A ti, querido STEVE.






... Seguid hambrientos...¡?

... Seguid alocados...¡?









  ¡Oh, Señor Jobs!, en su discurso de graduación a los muchachos de Stanford adoleció usted totalmente de falsa modestia. ¡Sí! No dejó que asomase a su magnífica Historia ni un atisbo de su genialidad innata y, lo que es más importante…, adquirida. Las aherrojó bajo siete llaves en una mazmorra para que nadie sospechase que la base de todo lo que había conseguido estuvo en su talento portentoso. Usted, Señor Jobs, prodigio de hombre, es la prueba palpable y viviente de que la excelencia se abre paso siempre, dentro o fuera de la Universidad; pero…, no siguiendo la trocha de la recua... abocada al instinto, a la intuición y a la fuerza del corazón --todo muy digno de letra y música de Joan Báez--. Sabemos que toda la corrida emoción anterior fue un copiapega añadido a posteriori por usted --como muy bien reconoció en el atril del campus de Stanford--, uniendo los puntos románticos, bucólicos, sensibleros, ascéticos y artísticos de su fantástica vida..., Señor Jobs.
                      Les camufló a los chicos lo más importante --«trabajamos mucho», apareció una sola vez en su discurso y de pasada-- , que es: el tesón y el esfuerzo intelectual constante realizado por usted para conseguir tanto; el haber puesto los talentos suyos a buen interés interanual. Además, haberse despedido ante personas que le escuchaban embelesadas --por no decir embobadas-- como amantes seducidos, con el: «Seguid hambrientos, seguid alocados», recordó, de forma infausta, un poco todo aquello del "Tierno" y Viejo Profesor …

Para aumentar la mente humana no hace falta «aumentarla» de estas formas, y menos recomendárselo a la chavalería, mi querido Steve. Un abrazo enorme allí donde estés. ¡Ah, se quedaba en el tintero!...: por las mañanas, cuando los humildes mortales nos enfrentemos ante el espejo cuestionándonos aquello de: Si fuese el último día de mi vida, ¿haría lo que voy a hacer hoy? Aparte de mil respuestas y «posturas» ocurrentes, nos gustaría, a los que aún no necesitamos comenzar el día con Prozac, que desde el fondo del espejo, allá al final de esa luz que aparece en nuestro ojo, saliese usted con su candil para iluminarnos..., no el último día de nuestra vida --por favor--, sino durante el resto; teniéndolo como modelo de tesón y coraje, de arranque, de fuerza mantenida, y sólo en algunas ocasiones, como consejero emocional… Lo dicho Steve, que el amor incondicional de los tuyos y la admiración de todos te acompañen. 
Un abrazo.


Discurso de Steve Jobs en la Universidad de Stanford durante el acto de graduación del año 2005.






     
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    ©  Rafael Mariano Domínguez Fraile (ana casaenrama)

        Febrero de 2015

domingo, 8 de febrero de 2015

Mi Avatar.








El maldito reloj interior, amén de su próstata sobredimensionada ya rondaba los cincuenta, le hicieron abrir sus ojos, ponerse sus perennes gafas, calzarse sus chanclas eternas en verano y dirigirse con mucho sigilo, para no molestar el bendito sueño de Mau, hacia el baño más alejado del dormitorio. Allí le esperaba Roca: loza lechosa, dichosa y testigo siempre al amanecer del semblante inefable de alivio de Lalo. Era el primer momento de indecisión del día, pues dudaba si apuntar hacia el agua remansada en el fondo, con el consiguiente ruidito, o hacia la loza, con sus salpicones tan monos y desagradables; solía ganar la opción intermedia, al fin y al cabo, no hacer ruido con la cisterna era también complicado, y limpiar un poco el reborde de la taza era asimismo asaz obligado, pues si la anterior visita al señor Roca había sido la de su adolescente, indolente y a ratos zangolotino hijo, éste no era siempre tan escrupuloso como el padre. Mientras que con su trocito de higiénico sacaba brillo hasta a las bisagras cromadas de la tapa, cavilaba que todo esto era preferible a la mariconada de mear sentado tan asentada en otras latitudes. ¡Qué suerte ser meridional a todo trapo!, exclamó para su capote Lalo, a la vez que se congratulaba, dándole con brío al pulsador de la cisterna.
Lavadita de manos, gafas y cara; el día había comenzado para una persona que en cualquier nimiedad había aprendido a ver y sentir el milagro, si no de la vida, sí de estar vivo, muy vivo.
Alzar la persiana del salón era el segundo reto que le afanaba contra los decibelios. Una casa al amanecer es como la caja de una guitarra española cuando se roza su cuerda más grave: cualquier tañidito sobre ésta causa gran resonancia. Despacito subía la persiana; la corredera de cristal era su aliada, ésta sonaba poco. Listo; acceso libre a la terraza y al jardín, su otro gran amor.
Lalo no encontrará nunca explicación al hecho de quedarse pausado, pasmado, extasiado durante largos minutos en el jardín de su casa al amanecer. Se recrea en el tomo que ha cogido la grama después de tanto cortarla, regarla, abonarla y vuelva usted a empezar. Conscientemente no relaciona la simpatía que siente hacia los bordes cortados casi con regla y el verdor rayando la negrura de su pradera; no asocia la voluntad de perfección que lleva él con su jardín, con la  voluntad de poder de la grama. Lalo y la grama están tan bien avenidos, como un padre esforzado viendo a su hijo rebelde hecho un hombre cabal al paso de los años. El arte de su jardín era una forma de expresar su propia vida. Se sentía fuerte y salvaje como los brotes en mayo de grama, buganvilla y pitosporo, pero los límites de esta brutal fortaleza estaban limados por su sentido de comunidad, traducido en su vida... por su Familia. Ésta era para él, lo que la tijera de podar y el cortacésped eran para su jardín.
A su mente aún legañosa le vino las palabras del maestro Ortega: «He reducido el mundo a mi jardín y ahora veo la intensidad de todo lo que existe». De pie en la terraza, observando en el horizonte los largos dedos azafranados de la aurora desperezándose, hizo buena la frase de su amigo Santayana: «La vida consciente es un sueño controlado». Giró ciento ochenta y un grados sobre sus talones y se recreó ahora en la visión del apartamento bajo con jardín; éste, había sido el sueño hecho ladrillo, cemento, aluminio y cristal, de él y de Mau. Lalo había sabido llevar al terreno de sus gustos a su mujer. El Mar le atraía, le llamaba, le susurraba; la afición la sentía no por el mar en su totalidad, no por su bastedad, no por lo lacónico y lo bucólico de él; tampoco por aspectos por decirlo de algún modo más mundanos, como deportes náuticos o similares; ni tan siquiera se sentía abrumado por las duras profesiones relacionadas con el piélago, tal como su buen amigo Lucrecio, siglos antes, había sabido plasmar como nadie: «Es dulce, cuando sobre el vasto mar los vientos revuelven las olas, contemplar desde tierra el penoso trabajo de otro; no porque ver a uno sufrir nos dé placer y contento, sino porque es dulce considerar de qué males te eximes». Su amor por él estaría definido como algo complejo; compuesto por un lado por un sentimiento irracional e innato que lo avasallaba, y de otra parte por un ambiente, sí, como suena, un ambiente; como el que podría darse en la barra del bar de un cine de verano cuando cortan la película, no siendo este el caso. El entorno que lo imantaba era limitado, y por ende medible y asequible para él, y le daban forma los siguientes elementos: la Orilla próxima y unas decenas de metros hacia la raya, hacia el horizonte; así como la Visión relajada de Lalo como observador situado al borde del mar fuera éste de arena, cantos o roca, frente a la raya perfecta; y, por último, el Sonido de las olas al romper, bien fuese remansadamente en las finas arenas del Mediterráneo, con el relajante siseo de sus cortos flujos y reflujos, o con el murmullo del aplauso que llega y se apaga en orillas bravías y soladas de conchas... Este era el entorno que lo imantaba.



Visiones y sonidos, por no hablar de olores y caricias de brisas sobre su piel. Si quisiéramos rematar el ambiente ensortijado por los cinco sentidos, sólo nos faltaría añadir el bote de cristal con su salmorejo en la neverita de playa, que no se sabe si con más asombro que envidia veían sacar los bañistas de alrededor. Todo estaba como codificado en él desde muy pequeño, desde que sus padres allá por los años sesenta le descubrieron veranos atestados de sol, playas y alegrías. Fueron aquellos periplos en el 600 desde la campiña sevillana hasta la Costa del Sol.
Lalo siempre sostenía que el gusto por paisajes y entornos de montañas e interior era un deleite impostado y traumático, en el sentido que allí donde no se viera uno rodeado por la inmensidad del agua no se podría rememorar la entrañable sensación de seguridad del vientre materno, y menos aun los albores de nuestra existencia. La montaña y el interior le parecían duros; el mar, la Mar, se le antojaba reconfortante. Era capaz de clasificar caracteres en base al gusto por el mar o por la montaña. Así pues, se podía ser dulce, melancólico, afable y sentimental; o bien rudo, realista, altivo, despegado… Esta reducción sobre la idea de: dime a cuántos kilómetros de la costa te sientes a gusto y te diré cómo eres, la fundaba en buena parte en lo dicho por su amigo Lao-Tse: «Lo blando vence a lo duro, lo débil vence a lo fuerte. Todo el mundo conoce esta verdad, pero nadie la practica». Ahondando aún más: relacionaba la montaña con la parte más primigenia y «dura» de nuestra mente, ese bulbo que nos emparienta con los reptiles. Así, que si te gustaba el ambiente serrano, tú serías una persona instintiva y poco sofisticada. Sin embargo, el mar lo relacionaba por su condición de mullido y acogedor con las esferas más modernas de nuestra mente, estando éstas en íntima relación con la parte más noble, creadora y abstracta de nosotros.
Cierto día, Santayana le espetó que su teoría era buena, pero que sin duda sería igual de gentil contada al revés. Él se molestó sobremanera y le rebatió argumentando que si había visto a algún lagarto en una ciudad costera estremecerse delante de un Sorolla; Jorge Ruiz, de tapadillo, se sonrió por el desvarío, y le refutó de nuevo con aquello de: «un genuino amante de lo bello podría no entrar nunca en un museo»; a lo que Lalo prefirió no dar más réplica, y en un acto de simpático e íntimo desagravio tiró de la competencia, y muy para sus adentros recordó al gran Camus, ese otro gran enamorado del mar: «¡Gran mar, siempre trabajando, siempre virgen, mi religión con la noche! El mar nos lava y nos colma en sus surcos estériles. Nos libera y nos mantiene erguidos. A cada ola nos hace una promesa, siempre la misma. ¿Qué dice la ola? Si tuviera que morir, rodeado de frías montañas, ignorado del mundo, renegado por los míos, en fin, al cabo de mis fuerzas, el mar vendría a último momento a llenar mi celda, vendría a sostenerme por encima de mí mismo y a ayudarme a morir sin odio».
La combinación de sol, brisas y baños durante los largos días del estío le servían para cargar las pilas de su salud. Se vanagloriaba durante el largo invierno viendo caer a su alrededor aquejados de resfriados a unos y otros, mientras él lucía lustroso e indemne haciendo gala de sus reservas veraniegas. Los baños de sol sin hacer herida; este era su lema y su medida. Hacía cruces sobre los salones de rayos uva, pues no entendía cómo el personal, si realmente gustaba de los favores del hermano Sol, no disponía de un cuarto de hora para tomarlo en la terraza o en la azotea de sus casas. Era el que más aplaudía la actitud de ingleses, alemanes y holandeses, viniéndose a vivir a las costas mediterráneas. Ellos sabían dónde estaba el tesoro y habían venido a buscarlo. Ellos hacían buena la frase de Meleagro de Gádara: «La única patria, extranjero, es el mundo en que vivimos; un único caos produjo a todos los mortales»; o aquella otra que llevaban grabadas las legiones romanas como carta de presentación: «ubi bene, ibi patria», que al cambio venía a ser algo así como: allí dónde estoy bien... tengo mi patria.
Sólo con observar pasear a los guiris durante un día soleado de invierno en cualquier paseo marítimo… Eran de ver: si te cruzabas con ellos y les mantenías la mirada te sonreían, te saludaban; sus ojos todos claros brillaban con la luz del agradecimiento y la alegría de poder disfrutar y compartir el clima que la Providencia había puesto en estas latitudes. No sólo veías jubilados de países del norte como antaño, ahora se dejaban caer parejas jóvenes con sus retoños. ¿Dónde criar a la prole mejor que aquí?, pues en ningún sitio, se contestaba él mismo. Niños bien dotados genéticamente más sol meridional… ¡Con estos, con estos se tienen que mezclar los nuestros! Mientras hacía su cavilación eugenésica una urraca se posó sobre la grama del jardín; esculcó, picoteó y, con sus andares como de niño embutido en saco de carreras, repitió la operación aquí y allí. Esta imagen le trajo otra de su infancia: los espurgabueyes sobre los lomos de los toros bravos en las dehesas de La Campiña sevillana. El sol del Sur había sido su vida hasta bien cumplido el cuarto de siglo. Sol rabioso; metido en vereda por tierras fértiles, envidiables, las cuales llenaban los graneros y las despensas de toda España.
¿Por qué el sol estaba tan centrado en la vida de Lalo; por qué casi le obsesionaba? Él se decía que había hecho un ejercicio práctico y de justo reconocimiento sobre la figura del astro rey. Afirmaba que el noventa por ciento de la población mundial había desertado de su vinculación consciente con la naturaleza, y por ende con su motor Helios. En las ciudades y pueblos de la Tierra los paisanos en general no tenían ni noción ni tiempo para pensar sobre el hecho milagroso y misterioso de la salida y puesta del sol. Para aquéllos, éste se encontraba ahí de igual manera que la luz del frigorífico cuando se abría su puerta. Lalo, sin embargo, reconocía el gusto que tuvieron los pueblos ancestrales adorando al hermano sol y la hermana luna. Nuestros antepasados se postraron acongojados ante éstos, pues eran conscientes de que si algún día el sol tenía un desliz, un devaneo, y se le ocurría no salir..., sus cosechas y sus animales se harían hueros. Una semana de vacaciones del astro rey noche profunda, significaría la muerte por congelación, así estuvieran los del taparrabos a la sazón en el Sahara mismo. Lalo no era tan simple y pardillo como para reconocer que aquellos sentimientos y angustias no eran extrapolables a nuestros días, pues en general todos sabíamos que el hecho de que no saliera el sol una jornada... era tan imposible como tirarle una piedra a la suegra y que el chinote se desviase y apareciese en la luna. No, lo chocante para él era que el personal no reflexionase nada sobre el Misterio que había encerrado en toda la naturaleza. Este hecho era para Lalo el síntoma inequívoco del endiosamiento, la vanidad, el orgullo mal entendido y la autosuficiencia del hombre «moderno». Para él, Dios estaba en la fuerza de la gravedad; en el hierro que compartíamos las estrellas, el corazón de la Tierra y nuestra propia sangre; en la distancia justa que separaba el planeta azul del sol, y que permitía la vida. En última instancia, Dios, el Misterio, se encontraba en la descarga de sus neuronas que hacía posible estos pensamientos. El Misterio, para Lalo, era algo hermoso que se nos había dado; pensaba que quien no era capaz de asombrarse, de maravillarse y de saberse retirar a ratos de la lógica y la razón a ultranza..., estaba muerto en vida… Tanta soberbia el hombre, y no sirve más que pa juntar moscas… No era suya la frase, era del Maestro Borges.
En el achantarse, en el quedarse sin aliento y sin respuesta ante la última causa sin explicación, aquí encontraba Lalo la clave para ahondar en cualquier pensamiento transcendente o sentimiento religioso. Un acto de fe, religioso o no, tenía para él la fuerza y lo reconfortante de saberse grande por tantas respuestas para millones de cosas, pero estaba y se sentía exento de darle cuerpo al postrero motivo y fundamento, al último porqué..., para lo cual bastaba un: sí, creo. Este tipo de exención estaba ligado a su vida no sólo para actos de fe, religiosos o no, sino para las promesas, los votos.
El ejemplo más claro era su Familia. Si se había comprometido con Ella, ¡qué más daban los altibajos sentimentales, emocionales y económicos! Su fuerza y su confort apuntaban en este sentido: podría haber mil explicaciones para variaciones en las emociones y sentimientos, pero había un núcleo duro exento de toda mudanza; estaba a salvo por una fórmula mágica: , Quiero.
Para él, esta forma de pensar no estaba fundada en ninguna mojigatería, menos aún en una concepción afectada de romanticismo. El amor en lata al estilo Hollywood era la antítesis de su vida, pues estaba convencido que lo romántico al estar afectado por la pasión era un amor sembrado de dudas. Expresiones tales como incompatibilidad de caracteres o se les acabó el amor de tanto usarlo, le repateaban el hígado, y algo más…
Ser amigo de Chesterton era muchísimo más complicado que serlo de la pose profesional de Jorge Javier Vázquez, y no podía por menos que acordarse del primero: «Si los americanos pueden divorciarse por (incompatibilidad de temperamentos) no puedo entender por qué no están todos divorciados. He conocido muchos matrimonios felices, pero nunca uno compatible. La idea del matrimonio es luchar y sobrevivir el instante en el que la incompatibilidad se hace incuestionable. Porque un hombre y una mujer, en cuanto tales, son incompatibles».
A Lalo le gustaba enlazar estos pensamientos y a la vez relacionarlos. El Arte era para él el epítome perfecto, así como la encarnación de esta forma suya un poco peregrina de pensar. El sentir popular nos decía que la obra artística era fruto de las musas, de la inspiración que viene y va caprichosamente. Él estaba convencido de todo lo contrario; y cuando observaba «la fiesta del pan» de Sorolla, lo que principalmente alimentaban sus entendederas eran pensamientos sobre el frío o el calor sufrido por el valenciano mientras pintaba por La Mancha; el peso descomunal de esos marcos y bastidores, o si el mecenas de Nueva York pagaría en forma y fecha el trabajo realizado.



Las amapolas. Oleo y acrílico sobre lienzo, de 1 metro X 1 metro.
Isabel Gómez Oñoro.

Disfrutaba Lalo viendo en el Arte en general salidas tangibles y, a la vez, sublimes de su modo de pensar. Si el mundo artístico en todas sus facetas estaba afectado en muchas ocasiones por una pátina de esnobismo y superficialidad, él sabía que rascando esta pelusilla siempre aparecería aquello con lo que se identificaba y se fundía: la parte de la férrea voluntad humana que cual mano divina rompía e interpretaba a la naturaleza; y aquello que una vez leyó, y que por muchas vueltas que ahora le daba no sabía a quién endosárselo: que el Arte comenzaba allí… donde la razón no encontraba más explicaciones. Esto último, y esenciado en la sonrisa de la Gioconda, era lo que a él le encandilaba y hermanaba directamente con el hecho de caer de bruces ante el Misterio.
El no saber reconocer y apreciar todo lo anterior de forma consciente había despertado partes de nuestra mente menos aparentes y escondidas, pero presentes con gran fuerza; partes que arremetían desde el sótano, desde la inmensidad oceánica del subconsciente colectivo. Eran fuerzas que reclamaban que no era bueno el estar solo; predicaban angustiosamente sin ser oídas, que humillarse ante la última pregunta sin respuesta no era necesariamente propio de seres inferiores e incompletos. Estos tótems arremetedores, profundos y ávidos de ser alimentados, eran contestados por nosotros con actitudes acomplejadas y descafeinadas; intentábamos entretenerlos y disiparlos con cachivaches de soberado que nunca saciaban las necesidades arcaicas. Con el fin de contrarrestar Afirmaciones tan molestas como lo Misterioso, o los grandes compromisos de la vida que intentaban fluir desde el fondo de nuestras mentes, nos habíamos sacado de la manga muletillas para torear tremendo toro, tales como pseudo religiones ecología-ecolatría, tomadas de forma radical, con las que sólo acariciábamos la cerviz del animal. En otras ocasiones, amansábamos y anestesiábamos a la bestia con el simple acto de consumir, consumir y consumir.
Evocó a Savater, y le sacó del apuro en esta ocasión: «…la ecolatría se ha convertido en el dogma pintiparado de beatos sin fe transcendente y comunistas sin comunismo…». Era de ver la manía ecológica: había que separar la etiqueta de papel del bote de cristal, no fuésemos a dañar el entorno, el ecosistema, la sostenibilidad… Yo reciclo, ergo duermo tranquilo. Era: ¡reciclen, coño, y sálvense, ar!




Para Lalo, las modas medioambientales, las pseudo religiones ecológicas e incluso la monomanía consumista, no eran más que neurosis mal resueltas causadas por todo lo que había reflexionado con anterioridad. Eran malas soluciones o soluciones a medias, evitando afrontar el hecho sin complejos y con responsabilidad plena, de que los humanos éramos, de forma sanamente entendida, el súmmum de las especies en nuestro planeta. Teníamos ante la madre Tierra un deber cultural y estético; preservaríamos lo mejor que pudiésemos nuestro entorno, pero de este planteamiento... a la esclavitud de no probar la carne o sufrir por no ser escrupuloso con el uso de los cuatro contenedores de basura, iba el abismo que separaba su forma de pensar con la que reinaba, si no de forma generalizada, al menos sí a menudo. Empero, jilguero caguernera en su tierra de adopción que no le cantase durante tres o cuatro meses seguidos, era jilguero que se podía sentir en libertad: le abría la puerta de la jaula. Además, a la hora de cavilar sobre lo que se comería en su casa, prefería cocinar pollo o pescado, antes que lo que él llamaba nuestros hermanos los mamíferos superiores. Conque Lalo, a su estrafalaria manera, también contaba con un corazoncito mini-ecológico.
Para él, quien mejor había expresado parte de todo este tótum revolútum, de este batiburrillo de pensamientos sentidos y sentimientos pensados, había sido su gran amigo Albert Camus: «He aquí también unos árboles cuya aspereza conozco, y un agua que saboreo. Estos perfumes de hierba y de estrellas, la noche, ciertos crepúsculos en que el corazón se dilata: ¿cómo negaría este mundo cuya potencia y cuyas fuerzas experimento? Sin embargo, toda la ciencia de esta tierra no me dará nada que pueda asegurarme que este mundo es mío. Me lo describís y me enseñáis a clasificarlo. Me enumeráis sus leyes y en mi sed de saber consiento en que sean ciertas. Desmontáis su mecanismo y mi esperanza aumenta. En último término, me enseñáis que este universo prestigioso y abigarrado se reduce al átomo y que el átomo mismo se reduce a electrón. Todo esto está bien y espero que continuéis. Pero me habláis de un invisible sistema planetario en el que los electrones gravitan alrededor del núcleo. Me explicáis este mundo con una imagen. Reconozco entonces que habéis ido a parar a la poesía: no conoceré nunca».
¿Lalo estaba lelo? No. Simplemente, a tan intempestiva hora, resguardado sólo un poco en la terraza del jardín, era víctima de ese pico de baja temperatura que se da justo antes de la salida del sol. Sus pensamientos no es que estuvieran ateridos a aquella hora, sin embargo le faltaban la calidez y claridad que el paso del día, quizás, le irían dando. Todavía el cielo de la Marina Alta su universo, su mundo no se había incendiado, pero antes de desayunar quería seguir siendo pirómano de los tiempos que le había tocado vivir... ¿Eran acaso éstos muy diferentes a otros pasados o venideros? Él tenía claro que a grandes brochazos, no..., ¡o a lo mejor sí? Grandezas y miserias habían sido calcos unas de otras, tiempo tras tiempo. Cambiaban los personajes pero el escenario la condición humana siempre se repetía: de igual manera que la sonrisa maliciosa de las azafatas al soplar por el tubito del chaleco salvavidas...





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    ©  Rafael Mariano Domínguez Fraile (ana casaenrama)

        Febrero de 2015