martes, 31 de marzo de 2015

A Vd., Señor JOBS... A ti, querido STEVE.






... Seguid hambrientos...¡?

... Seguid alocados...¡?









  ¡Oh, Señor Jobs!, en su discurso de graduación a los muchachos de Stanford adoleció usted totalmente de falsa modestia. ¡Sí! No dejó que asomase a su magnífica Historia ni un atisbo de su genialidad innata y, lo que es más importante…, adquirida. Las aherrojó bajo siete llaves en una mazmorra para que nadie sospechase que la base de todo lo que había conseguido estuvo en su talento portentoso. Usted, Señor Jobs, prodigio de hombre, es la prueba palpable y viviente de que la excelencia se abre paso siempre, dentro o fuera de la Universidad; pero…, no siguiendo la trocha de la recua... abocada al instinto, a la intuición y a la fuerza del corazón --todo muy digno de letra y música de Joan Báez--. Sabemos que toda la corrida emoción anterior fue un copiapega añadido a posteriori por usted --como muy bien reconoció en el atril del campus de Stanford--, uniendo los puntos románticos, bucólicos, sensibleros, ascéticos y artísticos de su fantástica vida..., Señor Jobs.
                      Les camufló a los chicos lo más importante --«trabajamos mucho», apareció una sola vez en su discurso y de pasada-- , que es: el tesón y el esfuerzo intelectual constante realizado por usted para conseguir tanto; el haber puesto los talentos suyos a buen interés interanual. Además, haberse despedido ante personas que le escuchaban embelesadas --por no decir embobadas-- como amantes seducidos, con el: «Seguid hambrientos, seguid alocados», recordó, de forma infausta, un poco todo aquello del "Tierno" y Viejo Profesor …

Para aumentar la mente humana no hace falta «aumentarla» de estas formas, y menos recomendárselo a la chavalería, mi querido Steve. Un abrazo enorme allí donde estés. ¡Ah, se quedaba en el tintero!...: por las mañanas, cuando los humildes mortales nos enfrentemos ante el espejo cuestionándonos aquello de: Si fuese el último día de mi vida, ¿haría lo que voy a hacer hoy? Aparte de mil respuestas y «posturas» ocurrentes, nos gustaría, a los que aún no necesitamos comenzar el día con Prozac, que desde el fondo del espejo, allá al final de esa luz que aparece en nuestro ojo, saliese usted con su candil para iluminarnos..., no el último día de nuestra vida --por favor--, sino durante el resto; teniéndolo como modelo de tesón y coraje, de arranque, de fuerza mantenida, y sólo en algunas ocasiones, como consejero emocional… Lo dicho Steve, que el amor incondicional de los tuyos y la admiración de todos te acompañen. 
Un abrazo.


Discurso de Steve Jobs en la Universidad de Stanford durante el acto de graduación del año 2005.






     
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    ©  Rafael Mariano Domínguez Fraile (ana casaenrama)

        Febrero de 2015