viernes, 12 de diciembre de 2014

¡¡¡ FELIZ NAVIDAD !!!





                                           

                                                                              Feliz    Navidad  
  


                                              ...con un poco de lagrimita... ♫ ♬ ♪ ♩ ♭ ♪


  
                                          
                                               

  

Si con seis añitos te han probado varios pantalones, hasta que una voz experta finiquita la tarea, administrando su pericia y afirmando que los de goma espuma azul marino son los más indicados porque están casi para tirar, y que parcheándolos harán los pantalones pintiparados de un pastorcito de Belén. Si el sombrerito de paja, que para dar con él se ha hecho esperar hasta última hora, no sabiéndose si el niño irá tocado en la cabeza o tocado del ala por no irlo de la testa. Si el gusto por las camisas de franela a cuadros perdura aunque tu mujer te repita hasta hacerte sonreír... que de esa guisa ella no va contigo ni a recoger una herencia. Si siendo pastorcillo en el Belén de Santa Isabel, justo antes que el fotógrafo gritara gratuitamente a un grupo infantil estatuario: ¡Niños, quietos por favor!; si hay alguien a quien todo lo anterior, o circunstancias análogas vividas, aún le remueve la emoción y la parte alta del estómago, se hará cargo entonces de que la semilla de la Navidad fuese abriéndose camino en una tierra joven, fértil y con tempero para arraigar. Y si la representación fue sobre una tarima colocada en una de las cuatro esquinas de la galería porticada de mi primer colegio..., entonces, soy yo quien debe explicar algo más detalladamente la Navidad, mi Navidad.






Me imagino que el Maestro Chesterton se referiría también a situaciones como ésta cuando nos cautiva diciendo: <<Una religión no es la iglesia a la que uno va, sino el universo en el que uno vive>>. La Navidad es…, fue un Mundo donde todo me cuadró. El círculo se cerró, y en el coso se cocieron cosas que fundaron, que fundamentaron. Pretendían explicarme la santidad de Madre e Hijo, y yo simultáneamente lo traducía y lo asimilaba de forma instantánea viéndonos a mi madre y a mí... Me hablaron de épocas de frío, de Dioses Padres y Dioses Hijos, de cuevas con ganado; y aquel niño, con bufanda y guantes de lana, iba acomodando las representaciones y las ideas a su vivo imaginario. Y en mi todavía corta existencia no notaba grandes chirridos entre el mensaje, y las imágenes que me llegaban, y la experiencia vivida bajo el tejado de mi casa.



Recordándome arreguinchado en una amplia mesa de un vasto comedor, con las manitas sobre los corchos que hacían de linde entre el universo del Belén y lo demás que poco importaba, veo ahora con estos ojos miopes en la frontera del medio siglo que todo el espectáculo y la parafernalia pergeñada y montada por mi madre fundó en sus hijos un mundo con la esperanza cimentada en una religión, donde la Fuerza Suprema y Todopoderosa se había encarnado en un Niño como nosotros hacía 196… años.

Allí, en aquella mesa de comedor arrinconada que se me desdibuja en el tiempo, nacieron mi optimismo y mi alegría con fundamento, que siguen rigiendo mi vida; y entre tantas casas del pueblo, mi abrigado hogar acogía y celebraba la Sagrada Familia en ese establo desvencijado. Y ahora, en este preciso instante, creo entender y desentrañar mi manía por envolver las cosas de mediano valor para arriba entre dos o tres bolsas consecutivas; y me gusta recrearme con la siguiente visión, como si en una especie de juego de muñecas rusas estuviese inmerso el discurrir de todo lo que sucede en Navidad..., hasta llegar a la Célula Madre...: Me topo con la primera muñeca, y abriéndola, tengo una visión aérea y general del pueblo, con la totalidad de sus casas defendidas por las torres de sus iglesias; destapo la segunda muñeca, y surcando no se sabe cómo un raso y enlucernado cielo nocturno me adentro por el soberao de mi casa; y al final, descubriendo la tercera, veo a unos niños delante de la más bella paradoja chestertoniana que jamás podrá ser enunciada: <<que las manos que habían hecho el sol y las estrellas eran demasiado pequeñas para alcanzar a tocar las enormes cabezas de las bestias del Portal>>..., veo a unos niños que sólo quieren que sus padres dejen el comedor a media luz y les enchufen las intermitencias de luces y campanitas..., las cuales les hacen mirar en cada destello: una vez al Portal, otra a sus padres, una vez al Portal, otra a sus padres…





Hoy me recreo imaginando desde la esquina opuesta de aquel comedor un hogar que ya nunca volverá... Y veo a hurtadillas a aquellos niños hipnotizados con luces intermitentes y vapores de serrín. Hoy penetro en el lógico y lento discurrir de las cosas, de los aconteceres; y disfruto con el doble y simultáneo milagro del Niño nacido Dios con un mensaje revolucionario bajo el brazo y de La Estrella que corrobora asimismo su divinidad... no cayendo sobre La Cabeza de la cristiandad.




Mirando hoy El Portal, me explico por qué en occidente (no hay) no había apenas ateos en las trincheras, y por qué éstos, ni tan siquiera en lo más rabioso del nihilismo, no han sido capaces de demoler iglesias de forma fría, masiva y calculada; sintiéndose sólo embriagados gallitos contra indefensas personas y símbolos ligeros; pero lo que es la mole, el universo, el edificio…, lo más, sólo quemarlos o arañarlos como histéricos. La Semilla es profunda; el Símbolo incrustado les apabulla. Siempre les asalta la imagen sagrada de una madre y su hijo; un hombre crucificado injustamente tal vez como ellos. Respetan en lo más hondo de sus almas a la madre, a su hijo recién nacido y luego crucificado, al universo de piedra y ladrillo que los rodea, y que no es otro que el Templo que los sobrepasa..., que los supera. Y sólo como infantes enrabietados tirando lo que hay encima de la mesa, ellos patalean queriendo romper y quemar todo lo que a mano encuentran. Pero si han conocido el calor del pecho de su amada madre, el candor de su mano, y han asimilado el estrépito silencioso de las estrellas que no se caen sobre sus cabezas, entonces, en occidente seguirá brillando y reinando la opción más revolucionaria que jamás saldrá de nuestras almas: la divinidad del hombre.









  • sobre los textos
    ©  Rafael Domínguez Fraile

        diciembre de 2015






miércoles, 3 de diciembre de 2014

Así conocí a Brian...






 Mira SIEMPRE el lado brillante de la vida...




http://www.alucine.es/wp-content/uploads/2014/07/La-Vida-de-Brian1.gif






(narrado en 3ª persona... Es que me da corte.)


     Corría la Navidad del mil novecientos setenta y tantos --bastantes tantos--, creía recordar Lalo. Durante una tarde tonta y medio perdida de aquellas vacaciones, él y sus amigotes decidieron aparcar sus culos en la sala de un cine..., de aquellas donde ponían --como un huevo-- una película de título imposible de recordar, pues si no la anécdota no sería entre otras cosas creíble. Lo único que esperaba el grupito de imberbes era que fuese tan “buena” como la última que degustaron, y de la que tan sólo recordaban la profunda expresión de una de las protagonistas...: ¡¡¡Einch Peter, einch!!! La película-documental fue alemana, la expresión sonaba aproximadamente así, y la chavalería la había convertido en grito de guerra… <<¡¡¡Einch Peter, einch!..., ¡Einch Peter, einch!!!>>. El film al que ahora con tanta ilusión se dirigían lo habían visto anunciado en una cartelera del centro; lo que los enervados zagales no advirtieron era que la cartelera estaba partida, en aquella práctica entonces tan habitual para aprovechar las salas al máximo durante las vacaciones, y había sesiones por la mañana y por la tarde... de dos películas diferentes...


     Llegaron a la ventanilla de la taquilla y, camuflada la vergüenza tras el grito de guerra, compraron sus entradas con mariposas en sus estómagos, incluidas, pero sin palomitas. La película estaba recién empezada, todo el personal acomodado, y en esto entró esa manada de seis o siete a modo de berrea de venados en Cazorla. El último, tras la puerta abatible con ojos de buey, se llevó el cortinazo de plomo en la cara; y cuando aquél entraba, aún los primeros no habían acomodado sus ojos a la oscuridad de la sala y de la escena en pantalla. Habían aterrizado en la esquina de uno de los pasillos laterales, y al comenzar a distinguir el cine a rebosar, les entró un pasmo, una risa y una sensación de incredulidad de veintiocho de diciembre impresionantes. No daban crédito; no podían haberse multiplicado de forma exponencial los “salidos” en esta ciudad. Sólo dos de ellos cayeron en ese instante en la cuenta de la confusión, pero la prisa por esconderse en alguna butaca libre, el cachondeo que se llevaba el resto al comprobar la desinhibición milagrosa y general de la feligresía, y la casualidad de que todo el cine andaba revuelto por la escena de la pantalla, todo esto junto y conjugado, hizo que la confusión entre los adolescentes fuera mayúscula. Pudo acomodarse todo el grupo junto, en una de las primeras filas, y tanto los advertidos del error de cartelera, como los muy confundidos por lo kafkiano de la situación no cejaban en la risotada tonta e indomable. El resto de la sala acompañaba y no le iba a la cola, y parecía que desternillándose se desmontarían a cachos, con lo que en la pantalla sucedía a la luz de una gran Estrella... Los seis o siete magníficos, integrados ya del todo sus ojos a la penumbra mágica del cine, con sus cazadoras, trencas y tabardos a sus faldas, no dejaban de mirarse unos a otros cual grupo de confundidas lechuzas; de mirarse y de descojonarse. Los avisados desde el principio, porque eran superados por la risa tonta generada por el cúmulo de tan simpáticas casualidades, y los demás, porque seguían sin poder explicarse nada; pues cómo, entre tanto barullo, sorpresa y estupefacción, sobre todo entre éstos últimos, podían digerir la adoración de los Reyes Magos al Niño Dios, versionada por Los Monty Python en La vida de Brian.



  • sobre los textos
    ©  Rafael Mariano Domínguez Fraile (ana casaenrama)

        diciembre de 2014




LA VIDA DE BRIAN---------->>>