miércoles, 21 de enero de 2015

EL GORRIÓN DE ESTE AÑO.












A veces, a última hora de la noche --cuando cansado de todo me asomo a la luna de Valencia del cuarto de baño-- me extraño del reflejo dispensado. Porque, ¿quién es ese tipo que madrugada tras madrugada, desde que su madre le apuntó que “para lavarte una sola vez al día el comedor... que sea a penúltima hora, rafaelito", se acomoda y a la vez se atribula cara a cara al espejo, teniendo en ristre el duro de “Deliplús” y desenfundado en la otra mano el Colgate?...; ¿quién es ese tipo?



Yo soy aquél… ¡No se rían, coño! Creo que soy el mismo que el de hace decenas de miles de años --y aprovechando una pequeña tregua de la hija de mona de la leona mientras nos perseguía por la sabana africana--, derrengado de tanto huir se reflejaba sobre el remanso de un arroyo, de la ciénaga... más bien. ¿Qué le hizo fuerte y humano por fin a mi pariente lejano de la sabana; qué me hace potente y hombre por fin a mí? Lo mismo: después de tantos y tantos miles de años, lo mismo. El sabernos en precario durante el camino, el ser conscientes de ello, más bien.










Lo de levantarse cada mañana y no liarse a guantazo limpio con el resto de la familia... por el simple hecho de que te pisen el quemador preferido para calentar la leche, la tostadora, la parte del bollo que más te gusta..., por no hablar del momento w.c. tan inexcusable como excusado...; en fin, todo lo anterior sería milagroso y por ende inexplicable, aparte de todo lo que le resta a la jornada, si no fuese por el motorcito interior que nos hace divinos y humanos, o mejor, humanos y divinos. Humanos, en el sentido que sabiéndonos destinados a morder inexcusablemente el polvo y conscientes de que el Superyo tiene los días contados, así y todo, este motor mundano nos arranca amanecer tras amanecer para paliar nuestro cruel sino. ¿Y cómo lo hace; qué gasolina le echa? Mil maneras, combinaciones y versiones tiene este motor; las más potentes, dignas y, finalmente, redentoras son: el Trabajo, el Arte como sublimación de nuestra exclusiva naturaleza, y el Remanso consciente en el camino. Éstos, son los 3 apósitos con los que nuestra parte humana cubre las “miserias” de nuestros destinos. Pero es “Boxer” nuestro motor: a lo humano tiene contrapuesto otro impulsor que complementa las labores puramente mecanicistas, mundanas y severas --casi atrabiliarias-- del primero, y engrasa nuestra sequedad espiritual. Y no hablo de Dioses ni de transcendencia; no, sino de aquello que, también sublime como Deméter o Ceres, tira con el mismo “caballaje” que el Trabajo, el Arte o el dolce far niente: la finalidad NOBLE y última de la acción, de las acciones. Ésto es lo que nos hace vivir con plenitud y como HOMBRES: el valor y la generosidad del destino de nuestros actos. El inmolarlos en el ara de la vida plena: aquella que se sostiene en la satisfacción y la camaradería al penar alegremente...


                     





Hoy he despanzurrado, dios sabe que sin querer, incluso frenando, un par de gorriones en la carretera; es así cada aperreado día de invierno, cuando los pobres ateridos de frío y hambre se la juegan más de la cuenta para “jincarse” lo que buenamente pueden sobre el asfalto. Me he aliviado al pensar en mi primo africano de la sabana, el de hace miles y miles y miles de años; pues yo sé que él y yo seguimos siendo el mismo, pero los hermanos gorriones nacieron, vivieron y murieron sin saber que son los mismos que los de la temporada que viene... Y no sé qué es mejor, la VerdaD.








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    ©  Rafael Mariano Domínguez Fraile (ana casaenrama)

        Enero de 2015