domingo, 26 de enero de 2014

A propósito de Harris...








                        Frommm  Rafael  :)
            






                 








              ... tooo quien corresponda  :)






El peor cuento que nos puedan susurrar nunca al oído, a la luz de la ancestral lumbre, y estando aquí en mi Refugio... cautivado por la flama y el resplandor de este tocón de encina, es aquel que, de un modo u otro --una vez abiertos los ojos tras la narración--, cumpla los siguientes requisitos: A) Nos suene a chino cantonés --las demás variantes las vamos dominando con el de la esquina, el chino--. B) La interpretación y el traslado del mensaje o moraleja del susodicho cuento, desde nuestro imaginario hasta la vida real (la de a pie), nos chirríe como la pajolera uña del de mates sobre la pizarra enseñándonos los conjuntos biunívocos allá por los años setenta: si abrimos los ojitos tras escuchar La Cenicienta, es obvio que vemos aquí cenicientas al borde de un ataque de nervios, príncipes desencajados y como perritos falderos, y hasta suegros de ella muy muy cabreados… Aquél, está claro, nos sirve en este sentido como modelo de buen Cuento... y no de malo. Y C) Pretenda matarnos de aburrimiento sin más...

Y resulta, que planea sobre toda nuestra sociedad una versión --que mana de la fuente Madre de todas las Madres de lo políticamente correcto-- del cuento: BREVE HISTORIA DE LA HUMANIDAD CONTEMPORÁNEA, y su trasunto: BREVE HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE LA HUMANIDAD, que está engarzada en todos los idearios de todos los colores como impecable soldadura del astillero de San Fernando; pero que por estar afiliada a A+B+C, considero que no es una buena versión de lo que deberían ser esos dos Cuentos, que vamos a dejar en singular..., Cuento. Y a ver si soy capaz hoy de convertirlo en uno Güeno... 

¿Qué hacen ahí medio pasmados y parados pasando frío?... ¡Pasen!, que la chimenea está encendida y la compañía de ustedes me agrada un carro... Les advierto --¡venga, venga, acaben ya de entrar!-- que será narración sui géneris, pues en el decurso del cuento revoloteará entreverada, y a veces de forma no muy literaria, mi opinión... Así que ya saben, no puedo comenzar a relatar de forma más razonada y honesta... Que es lo que se merecen ustedes... ¡AH!, los móviles, por favor, en aquella cestita de mimbre junto al suelo, justo al lado de la cabeza del oso, en modo "voy a escuchar a éste 100%". ¡GRACIAS!


                             


""Sin duda, ejem... Paco Pérez, peluquero peinador, conoció a Lucy Pum en una conocida discoteca de cualquier ciudad española con más de medio millón de habitantes. Ella también lo conoció a él en idénticas circunstancias. Los papás y las mamás de ambos habían emigrado a la ciudad cuando hubieron llegado a edades de ganarse el pan y éste escaseaba en los pueblos de España. La generación de los papás y las mamás de Paco y Lucy fue aquella que llegó al extrarradio de las capitales y compró con sus pequeños ahorros la parcela donde, la mayoría de las veces, construirían sus hogares con sus propias manos. Estas sufridísimas parejas fueron personas nada liberadas, pero nada..., pues estaban atadas por férreas necesidades y afectos. Estas Señoras no sabían nada sobre movimientos de liberación de la mujer..., porque --por suerte para ellas-- el mercado del trabajo no las necesitaba aún... Sus hijas y nietas no tuvieron más remedio que oír el canto y la llamada de la brega fuera de casa, y entonces... se “liberaron”... No es que se liberaran desesperadamente de sus "yugos" y acto seguido buscaran nuevos y más dignos horizontes en sus vidas; !¡no, no! Esa no fue la romántica y bobalicona secuencia histórica con la que comulgan l@s políticamente correct@s. Necesitaron buscar Más pan para sus Casas, y - en - ese - punto - se - “liberaron”... Hay que entender y saber leer ésto con Ojos Grandes y Limpios --sin legañitas ideológicas--, porque aquí se habla en general y estrictamente sobre marcadas e implantadas tendencias sociopolíticas, herederas del machamartillo económico Occidental --con chistera o herramientas, me da lo mismo--, y no de las íntegras excepciones vocacionales en uno y otro sexo y fuera del hogar. Las mamás de las Lucys y de los Pacos tuvieron la enorme suerte de hacer un trabajo a jornada completa que entendían a la perfección; fueron las Amas del lugar donde los niños nacían y donde los hombres morían. Tocadas por la fortuna, al no tener que trocar el ”yugo” del hogar por el jornal de la fábrica o de la mina, estas mamás no tuvieron el gusto de conocer a Ansari de Herat, quien sí las comprendió: “Sabe que cuando aprendas a perderte a ti mismo alcanzarás al amado. No hay otro secreto que aprender ni sé yo más que esto”.

No fueron matrimonios mojigatos ni pueblerinos, menos aún catetos; sí castizos, sobre todo en un sentido. Ellas tenían muy interiorizado que su faena en la casa no era nada incompleta: laboraban y sufrían por sus seres queridos; Ellos, que su afán fuera del hogar no era más excelso que el de sus mujeres. Estas parejas fueron honradas transmisoras de un mensaje nada subliminal: Que por --y con-- el sacrificio de sus vidas cerraban un círculo más, engarzaban una generación con otra sin grandes inconsecuencias. Estas Señoras se libraron en su época de opiniones vertidas en periodicuchos por sus hijas y sus nietas, tales como: “Los hijos se van a los dieciocho años --actualizado, ésto, sería a los veintiocho o treintaiocho-- y entonces es cuando te preguntas por qué no hiciste realidad tus proyectos”. Los Proyectos de aquellas abuelas y bisabuelas salían por las puertas de sus casas a dos patas, hechos y derechos...

“He pasado trabajando muchos sábados, pero también he disfrutado al máximo las vacaciones en familia”. Aquéllas no trabajaron muchos sábados, los trabajaron todos, y el lugar donde lo hacían era un parque temático paradójico --más grande por dentro que por fuera--, un resort en plena naturaleza lleno de festividad, camaradería y hasta de descanso a ratos...

La última perla: “Mi marido y yo siempre tuvimos claro que ambos queríamos tener una vida profesional”… De haberlo podido leer aquellas abuelas “analfabetas”, les habría hecho bizquear. Vida profesional la de ellas; trabajo remunerado el suyo; moneda de cambio: el reconocimiento, el amor de ida y vuelta de sus hijos y la solidez de la institución que regentaban...

Fueron mujeres cabalísimas --acabadísimas de hacer, para los de la logse y la lomce--, llenas de dignidad y de modestia. Se salvaron de la llamada al pesebre consumista del que sus hijas no pudieron liberarse, pues necesitaron viviendas más céntricas; electrodomésticos a “tutti plen”, obsoletos al poco tiempo, y, en consecuencia, caros, carísimos; guarderías infantiles; servicio doméstico; segundos terceros y cuartos coches, en fin, la furia y el tumulto comercial…

Pascal Bruckner le dedicó cierto canto a esta generación; a ella le pudo haber regalado las siguientes palabras: “El consumo es una religión degradada, la creencia en la resurrección infinita de las cosas cuya Iglesia es el supermercado y la publicidad Los Evangelios”.

Hubo durante aquellos años leyes desiguales --es cierto, escandalosamente desiguales--, en esencia y en apariencia muy injustas, donde las mujeres quedaron en segundo o tercer plano; ahora bien, nunca antes del culto al consumo, ni de que pagásemos casi tanto por lo que comíamos como por lo que lo envolvía; pues bien, nunca con anterioridad a estos cretinos momentos, ni mujer ni hombre tuvieron necesidad de firmar letras, pagarés o créditos a los bancos para poder subsistir y tirar palante.

Con todos estos detalles anteriormente descritos de forma --si se desea-- superficial, la maquinaria industrial y de servicios se había puesto definitivamente de largo: reclamó a todas y a todos... La fuerza de trabajo ya no era exclusivamente bruta y masculina, sino que había hecho hueco a manos, que de venir manchadas de harina y aceite vegetal, pasaron a estar llenas de tinta o de aceite industrial. La “liberación” de la humanidad --ahora toda-- se había consolidado, o sea, se convirtió en un sólido mujer-hombre. Los habían maniatado, precintado y encadenado uno junto al otro...; y arrojados al insondable Dios Mercado. 

Y a día de hoy, semejante "bloquehombremujerliberados" ha recibido entre tres y cuatro millones de invitaciones --acudan a sus fuentes favoritas-- para asistir todos los lunesalsol  al gallinero del Real Teatro y ver en rabioso directo lo bien que se desenvuelve ese elenco del Starbusiness en su eterna Ópera Prima [sin rostro y con máscaras] ""El Consumo descerebrado 5.0"". 

Y a día de hoy, seguimos todas las tardes entrenándonos un ratito para ver si mañana conseguimos echarle mano a ese atleta sin par que por director de nuestras sucursales (de banco...¡de qué va a ser!) nos han endilgao; y por fin un día a su lado en horario sólo de mañanas, jadeantes perdidos, decirle: "¡Ismael, moño, qué hay de lo mio, de mi crédito, carajooo!!!". 

Y a día de hoy, resulta que 1/3 y pico_de_cigüeña de la humanidad, con los ojitos como dos puñalás en un tomate, se afana apuñalándonos y metiéndonos con calzador --made in china, qué se pensaban vds.-- su decimonónico y comunista estilo de vida: Sesiones de - XXX - [¿alguien lo sabe?] horas de trabajo + 3 €uros 3/jornada efectiva de currelo con tazita de arroz 3 delicias incluida  + cutre y lindo catre adosado a puesto de trabajo, perdón, de esclavo... Y nosotros haciéndoles el caldo gordo a los fideos chinos... Y nosotros haciéndoles el caldo grueso tendiendo a infinito. ¿No, señor Amancio? Y nosotros recibiendo notificaciones del señor Montoro porque le hemos retenido a un trabajador el 19% de IRPF..., siendo, correspondiéndole el 22, 22, 22-22-22. ¿No, señor Cristóbal Montoro de turno?...


                            





El amigo Marvin Harris, de haber tenido la misma habilidad de narrador que de díscolo antropólogo --eso sí, sin muchos visos espirituales--, se habría destacado aproximadamente con las siguientes líneas: "¿Alguien tiene alguna duda, alguien no conoce la Historia relativamente reciente?"

No se preocupen, yo se la contaré…

Durante el último tercio del siglo XX se produjo el mayor tocomocho jamás visto. La secuencia hasta desembocar en él podría explicarse así: Allá por la revolución industrial de finales del siglo XIX, se necesitó tal cantidad de mano de obra en las fábricas, que se hizo imperativa la afluencia de niños y mujeres a las mismas. En aquellos tiempos, los sindicatos nacientes --de hombres, en eso no se ha cambiado mucho-- pusieron el grito en el cielo marxista, pues veían peligrar la hegemonía machista dentro y fuera del hogar tradicional. Las recientes manos blancas incorporadas a la producción --independiente de la edad y el sexo--, competían directamente y en el mismo terreno con los callos tradicionales. Los sindicatos de nuestros bisabuelos no cuestionaron básicamente la precariedad del sueldo del cabeza de familia para mantenerla él solo --que también--, sino que, sobre todo, se estaba minando la hegemonía del macho en sus dos feudos, y el valor de su jornal al aumentar la oferta laboral; y justo por este orden. El final de la película siempre impuesta por el director, fue: que para sacar la manufactura adelante se tirara de toda la fuerza disponible, independiente de si los callos debían estar ya formados o por formarse, y/o de lo que dijesen los sindicatos.

Tras la devastación de las dos guerras mundiales, especialmente de la segunda, y la posterior recomposición del caos, sobrevino un boom económico extraordinario. La primera andanada fue netamente industrial con el fin de rehacerlo y reponerlo todo, y una vez la máquina a pleno tren, produciendo a destajo, hicieron falta consumidores para absorber lo que con tanta destreza se ponía en el mercado. El mecanismo de... que a un determinado crecimiento demográfico le acompaña un aumento del mercado y del consumo se retroalimentaba en esos momentos. ¡Más madera! La situación de bonanza económica y las expectativas de un gran futuro lo absorbía todo. Sólo bastaba echar una miradita de reojo al retrovisor, observar la tan reciente barbarie y pisar a fondo rumbo a la esperanza.

Llegó el día en que los artículos fabricados en número grandioso por trabajadores alienados y aburridos comenzaron a heredar el grado de motivación con que habían sido hechos. El gran y profundo surtido de cachivaches estaba viendo sus primeras luces. El señor de la casa comenzó a poner caritas, pues no bastaba con tener neveras, lavadoras, televisores y coches, sino que había que repararlos y reponerlos de forma asidua; todos éstos parecían fabricados por el mismísimo diablo, para que su sueldo se fuera convirtiendo en simple sueldo. La fiesta estaba comenzando, ahora...

El tamaño de los estados debido a la pujanza económica se hizo mastodóntico; nacieron agencias, corporaciones y aparatos burocráticos en consonancia a la obesidad de los primeros. Necesitaron un río al principio, luego un mar de dinero sacado de donde los estados no lo tenían; comenzó el truquito de la deuda pública desorbitada, pero no de forma puntual y esporádica como antaño sino de forma institucionalizada, para hacer cada vez más orondo y lustroso al monstruo. ¡Ah!, y se le dio al manubrio de fabricar billetes, para que al final del día el señor de la casa constatara que con sus mil pesetas cada vez compraba y reparaba menos cosas. Había nacido la inflación cadenciosa, silenciosa, dada con vaselina. ¡Ay, qué monina ella!

Después de que la señora de la casa, en repetidas ocasiones, le dijese que la lavadora, y la batidora --no la túrmix, que esta no se rompía--, y la cocina en su totalidad, eran una chatarrería andante porque, en definitiva, se desbarataban cada dos por tres. Y que Trini y Cosme habían cambiado de coche, pues al último se le caían las puertas y el motor al suelo --“¡Y no vamos a ser nosotros menos!”--; entonces, el señor de la casa se metió las manos en los bolsillos del pantalón y consiguió sacar dos telitas a modo de saquitos, de donde sólo cayó un envoltorio de Pictolín. Y todo esto antes de impuestos, ¡qué duda cabe! Ahora la fiesta estaba en la parte intermedia...

De forma paralela al engrosamiento de la industria tradicional de los estados, y de todas las corporaciones habidas y por haber, y a la sombra de todos ellos, nació una nueva forma de economía que no se palpaba ni se oxidaba ni se carcomía, pero que estaba ahí..., latente como la suegra. Habían nacido Los Servicios. No, no, esos no..., los otros. El Dios mercado en este momento dijo: <<¡¡Necesitoooo!! mano de obra no necesariamente muy especializada, no sometida a esfuerzos físicos, en número suficiente, dispuesta a trabajos eventuales, compatible con otras actividades, a tiempo parcial si es menester, y remunerada en poco más de la mitad que la del varón>>. Y en ese preciso instante, el señor de la casa convertido en señorito, miró a la señora de la casa por última vez como tal, y de forma dulce, muy dulce… Al sonido del cuerno de la estrechez, todos los hogares del mundo en un abrir y cerrar de ojos se convirtieron en semilleros para la nueva exigencia del Dios Todopoderoso Mercado. Un porcentaje de Marías que da vértigo descifrar se afanaron como jabatas Cenicientas en sus mayormente tristes y mal pagados empleos fuera de casa; una vez de vuelta al hogar…, todo por hacer; y el señorito había conseguido momentáneamente que al forro de sus bolsillos acudiera un poco de calderilla...

Esta vez los sindicatos de clase... machista dieron todas las bendiciones civiles habidas y por haber. El tipo de trabajo y la banda salarial de las advenedizas compañeras no competían en el mismo terreno, y si apenas rozaban los de sus cojonudos representados.
El tocomocho se había consumado; y el mucho toco estaba a punto de desaparecer: la jaqueca femenina y el despegar de la Bayer se dieron en este preciso momento la mano. ¿Fin de Fiesta?...


La pregunta que resta por hacernos, es..., que si a lo romántico de la liberación de la mujer, y del hombre también, se le detrae su salario, que es justo e imperiosamente el necesario para llegar a final de mes..., entonces, ¿qué nos queda de Romántico?..., y ¿de Liberación?... ¿En qué momento de la secuencia histórica fallamos mujeres y hombres para hacerle una higa, en el más fino de los casos, un corte de mangas --siempre-- al Dios Mercado? Y si las preguntas están por contestar, las soluciones siguen en nuestras manos…



Paco Pérez y Lucy Pum escucharon la llamada de la especie, se enamoraron, se ennoviaron; compraron un pisito de protección oficial con la ayuda de sus padres; abrieron sus respectivos negocios en el mismo barrio donde un cura les dio la bendición...; y tuvieron su preceptiva parejita.

Paco Pérez peluquero peinador, prosperó mientras los hombres sabían que iban a la barbería a cortarse el pelo, y mientras los únicos rapados al uno o al dos eran los reclutas de la mili. Pero llegado el momento en el que tuvo que nominarse “estilista”, y David Beckham se rapó con cortapelos Philips comprados en el Carrefour, todo se fue al car… garete.

Lucy Pum le sacó punta a la sabiduría culinaria de su madre y de su abuela; fue digna pupila de ambas. En la misma acera que su marido puso el bar Las 4 Herraduras. No había sacado el nombre de ninguna taberna mencionada por Stevenson, sino en memoria de la tracción que dio de comer a su abuelo paterno y a toda su descendencia. La sra. de Pérez, entonces, no sufrió los avatares y la descomposición del negocio ocurrida a su cónyuge. Pasó sobre las crisis del 73-75, 85, 91-93, 2001… como pasaba la clientela el trocito de pan sobre la tapa de carne con tomate o de menudo: rebañando, siempre rebañando. Preceptora fue Lucy de su hija Lucita; ésta ya no regentaba un bar de barrio, sino que era titular de una industria de restauración; al igual que su hermano Paquito no era a la sazón peluquero peinador... sino estilista.



El matrimonio Pérez-Pum tuvo una vida laboral aceptable; superaron pero con mucho el nivel económico de sus progenitores llegados del campo, consiguiendo realizarse con sus tareas de algún modo creadoras. Sin ser conscientes de ello, Paco y Lucy, junto con los pelos y las tapas --por separado por favor--, se tornaron uno. Creadores y materiales, satisfechos por el proceso amable de producción, retroalimentados, hechos una ligazón en sus mentes, les dieron a la pareja ese aire dicharachero, ese tono alegre y desenfadado. Los ratos en común sólo podían darse casi finalizado el día, siempre presididos por las pelis de la tele. De esta guisa consiguieron uno de los más desafortunados relajos de la historia en la relación de pareja...

En tiempos de sus abuelas y abuelos, éstos acudían a reuniones matutinas o vespertinas en plazas, fuentes y casinos improvisados del pueblo; sin embargo, la distracción rural de antaño significó para ellos un desahogo, un proyectar ángeles y demonios que los dejaban listos, pulcros para la vida en el hogar. Ellos se exorcizaron sobre sus paisanos sin grandes crueldades, si acaso con críticas que no deshumanizaban en exceso. Ellos proyectaron, no se dejaron proyectar...

Sus nietos, urbanitas perdidos, escaldados al finalizar la jornada, hartos de juntar pesetas, no estaban por la labor de ahondar en su relación. Sentados frente al televisor consiguieron conmoverse hasta el llanto, como espectadores, del amor de los demás. El amor televisivo, salpicado de lugares y costumbres comunes de Hollywood, más las palomitas extraviadas entre las rajas de los cojines del sofá, estaban sembrando sus triunfos.

Sin embargo, la industria del cine no era en realidad responsable de nada. ¿Qué otro tema se presta para confeccionar un rato de distracción, alegría y henchimiento del corazón, más, que la primera fase del amor entre dos jóvenes?... Al fin y al cabo, sublimar es lo que mejor se le da al cine; casi podríamos resumir sin ningún temor a equivocarnos que lo del enamoramiento y el cine fue desde los albores de éste un amor a primera vista. Al ser parón de uno frente a otro; detención de todo a nuestro alrededor, para que en exclusiva atendamos, admiremos, descubramos e idealicemos al que enfrente tenemos; si en definitiva es estar dos --y si a oscuras mejor-- y... sobrar todo lo demás. Y si al leer lo anterior no sabemos con exactitud si estamos refiriéndonos al cine en su esencia y alma o al trastorno de los enamorados; entonces qué pretendemos de Hollywood; pues eso, que nos sublime de tan fantástica forma la primera y espectacular fase de un largo camino. El error por parte del personal encantado de haberse conocido y poco más --sin más honduras que las que sus gordos culos en los cojines de terciopelo, hacían y les impedían pensar--, fue esconderse tras lo más dulce y resultón del amor. Y se acabó. Fin.

Un soniquete de fondo era el que traían muchas de las pelis en las sobremesas: la idea de que el matrimonio era una simple situación presidida de forma eminente por emociones y sentimientos volubles y cambiantes; así iba abriéndose paso sobre el viejo concepto de institución venerado por sus antepasados. Esa simple situación pasajera (SSP), incapaz de superar cualquier desafío y contratiempo, inhabilitada para prometer y cumplir, entreverada por parejas sin coraje y sin fe en ellas mismas; pues bien, esta SSP, antaño matrimonio, estaba dando paso a una nueva institución. ¡Si!... Institución acabó siendo el divorcio: una vez el personal no sabía muy bien si se casaba para instituirse apresuradamente en divorcio, o se divorciaba para volverse a casar…

El Divorcio no fue una novedad en la España de los primeros Philips y Telefunken a color. Como situación regulada por ley, ; pero como solución de facto, en matrimonios inviables por el ejercicio de la incomprensión o la barbarie, No. La antigua institución, sagrada o no, basada en la hondura de la relación, se tornó somera; ansiosa por deshacerse y volverse a hacer en aras de experiencias y emociones múltiples, así como por el regustillo y la comezón en el mercadeo de personalidades. Podríamos resumir afirmando que lo de la quiebra acelerada de las parejas --con ley o sin ella-- resultó ser el acto final de un drama que se interpretaba a todas horas del día y la noche, y cuyo run-run de fondo del guión lo conformaban la falta de ganas de lucha constructiva y el aburrimiento por lo que se cree poseer por derecho, sin más requisitos que una bendición de sábado por la tarde o una promesa hecha en caliente sólo al principio.

Los papás, abuelos y bisabuelos de Paco y Lucy, se cortaron en repetir “experiencias” una tras otra, no porque no tuviesen ley reguladora, por el qué dirían o por lo sagrado del lazo; no. Lo hicieron básicamente por modestia y por carecer de desfachatez. Se sabían de forma cierta incapaces de gestionar el amor de dos, tres... hombres o mujeres. Inhábiles perdidos en la economía de una casa y en la de otra --aunque fuese mirando con el rabillo... del ojo--. Acojonados todos y todas por la simple suposición de tener que criar proles en plan “el día de la marmota”.

¡Qué Horror! Las mamás dando sustento fisiológico a sus bebés, amor incondicional, creando psiquismos y afectos; más tarde los papás ejerciendo su autoridad y su guía, conduciendo a los zagales de forma paciente y tolerante en la solución de los problemas, hasta verlos salir hechos hombres y mujeres por la puerta del hogar. ¿Y volver de nuevo a comenzar, o redoblar la faena ya encauzada en una casa? ¡Qué Horror, qué Horror! Estos Tíos y Tías fueron muy Modestos. ¡¡Sí Señor!!

Fueron Dignos y Modestos: y sus ideas sobre cualquier acontecer, incluidas el matrimonio o la ruptura de éste, siempre estuvieron muy por debajo de su Dignidad y de su Modestia. Esto fue antaño, con toda seguridad, tan asín..., como no lo es hoy... ¡Se siente!

Estas dos grandes cualidades no incluía la de ser Sant@s Varones; y lo que aquí se viene a verter es...: Que como en todas las épocas los desencajes y desajustes en la cadencia marital cada cual lo manejaba como Dios le daba a entender. Que tuvieron sus asuntitos ellas y ellos, seguro; y que el tema mollar de sus vidas no lo desbarataron por ellos, también casi indudable... No fueron matrimonios superiores a los de hoy, simplemente estuvieron acomodados por unas cadencias, formas y costumbres menos acogotantes, para poder, así, cuajar de modo más simple y templado lo que se cocía en aquellas hondas relaciones humanas.

Es innecesario aclarar que los antepasados de Lucy y Paco no supieron nunca de forma consciente la fuerza simbólica que encerraba su prole; cada uno de sus hijos llegó cargado de cierta cualidad salvadora, y redimía a sus padres principalmente de su egoísmo, dándoles un extraordinario poder. Los hijos fueron la personificación de sus fuerzas vitales. A los padres nadie les dijo, menos aún pudieron leer, que ser mujer-hombre significaba ser responsable, y que practicar el heroísmo no era otra cosa que cumplir con el deber diario... Simple, simplísimo.

De ninguna cosa se extrae tan poca verdad como de los tópicos, sobre todo cuando son veraces... Con esta paradoja del amigo Chesterton se podría concluir que la pedantería en este ejercicio de pensamientos consecutivos consistiría en afirmar que los tiempos de la abuelía fueron días míticos, rebosantes de buenismo y consecuentes en todo; y no es así. Simplemente se trató de una época en la que el alma fue menos atropellada que hoy, menos embaucada hacia formas de vida más alienantes. Los braceros del campo llevaron una vida económicamente inhumana, y la calidez de sus almas no pudo llegar a tener el tono que le insuflaban mendrugos diarios de pan; sus nietos y biznietos, los oficinistas urbanitas, no han sabido consolidar ni hermanar sus fornidos y salutíferos cuerpos con sus espíritus deseosos de algo más que cientos de amigos virtuales.

Si en alguna ocasión el humanismo cristiano y el materialismo cultural se rozaron las manos debió ser en un ejercicio algo parecido al que aquí se intenta... Intento... Toda esta visión en su conjunto habría que analizarla con un prisma más pulido en su cara espiritual, y más embastecido en sus facetas intelectual y materialista. Y estaría mucho más cercana a las circunstancias que rodearon a la emigración rural española que a las que se dieron, por ejemplo y sin ir más lejos, en los abismos e infiernos del East End londinense hace más de un siglo; donde el amigo London pudo verificar personalmente las prácticas infanticidas de madres desbaratadas, desesperadas, que no alcanzaban más solución para el resto de su prole... que “abrazar” en exceso y durante la noche a los recién nacidos.



Paco y Lucy sabían de memoria su sitio en el sofá, si no, el tapete de garbancillo en croché --blanco roto--, sobre el respaldo, ligeramente engrasado por la brillantina del barbero, recordaba a cada cual el lugar para recibir la ración diaria de la nueva doctrina. La psicodelia con que Valerio Lazarov adobaba la programación nacional servía en parte al encantamiento. Paquito y Lucita --su preceptiva parejita--, comenzaron a conjugar las expresiones quéguay y quéfuerte; y nunca nadie dará crédito ni explicación al hecho de que sobre esos dos simples giros naciera una nueva forma de entender la vida.

Los hermanos Pérez Pum tuvieron una infancia como deberían tener todos los niños del mundo: acogedor hogar, solícitos padres, sobredosis de calcio por medio de los petit suisse, y como colofón, sesión diaria de La Rana Kermit y Espinete. Éste y Don Pimpón dejaron serias secuelas en esta generación. Sus padres (Lucy y Paco) consiguieron superar, con el complemento de tardes enteras en la calle más bocadillo de chorizo Revilla, las que en ellos dejaron Valentina, Locomotoro y El Capitán Tan –sobre todo este último. La adolescencia del par de vástagos transcurrió como la de toda la vida en todas las generaciones: intentar coger cacho y contarlo cuanto antes al amigo de turno. Y de no haber sido..., porque cuando fueron a un concurso de la tele, invitados por una marca de laca y menudo congelado --por separado--..., a la pregunta: ¿Fueron los Reyes Católicos Ateos?, contestaran: “Que la señora o avenida Reyes Católicos les sonaba mogollón, y que el segundo apellido podría ser una trampa pero que se la jugaban porque habían venido a concursar” --palabras textuales--... La respuesta al unísono fue… ¡¡SÍÍÍÍ!! Pues bien, de no haber sido por esta manchita, vista en el barrio en directo hasta por el bedel del ambulatorio, podrían haber pasado por un par de chicos más o menos formados. La simple anécdota se elevó a categoría, y los marcó para el resto de sus días... Jamás se vio más asistencia de público a dos negocios que la que se produjo tras la clamorosa respuesta. La antigua barbería, reconvertida en salón unisex, se repobló con fauna metrosexual --palabrita equívoca--; todos querían conocer y dejarse hacer por persona tan ocurrente ante preguntas tan complejas. Las 4 Herraduras (Bar and lounge) sufrió la riada de Jénnifers, Vanessas y Jéssicas: “¡Qué guay, tía!, ¡qué fuerte!, ¡qué salida la vuestra!; pero si es que tienen mu mala lesshe; la preguntita se las traía”. Esta grave deserción del saber no debe ser hoy un escándalo para nadie; pues no es que la especie se vaya degenerando, agilipollando, generación tras generación. No... Niños, adolescentes y jóvenes siempre han ido tendiendo a mejor: los de hoy, mejor que los de hace doscientos años. Seguro, segurísimo –y sin ironía por favor...

Los papás de Lucita y Paquito ya se las vieron putas con los conjuntos biunívocos de la EGB ; pero pese a estar ésta devaluada con respecto a planes de estudios anteriores, comparada con la dulce LOGSE de sus retoños, el graduado conseguido por aquéllos, fue al cambio un master postgrado no conseguido nunca --claro está-- por éstos.

A los pergeñadores de la EGB y la LOGSE; a los fundadores de planes de estudios donde desaparecieron los exámenes de Septiembre; a los “responsables” de adocenar por igual (sagrada palabra) a niños válidos, responsables y esforzados... con otros vagos y sin actitud de querer aprender; a los devaluadores de Universidades Laborales y Escuelas de Maestría, viveros que fueron de nobilísimos artes y oficios; a los dispensadores del PER y otras sinecuras a lo largo y ancho de la piel de toro, quienes hicieron recluirse a la chavalería desde los dieciocho años en sus pueblos natales, cegándolos, poniéndoles anteojeras para que no viesen más allá de la era y el campanario de la iglesia; a los que siendo instruidos en méritos, valores y saberes... dieron el cambiazo a sus hijos y nietos con martingalas de enseñar emociones, sentimientos y solidaridades “¿Solidario? No. ¿Caritativo, compasivo, misericordioso? Sí. ¿Ayudar? Sí, siempre, dónde, cuándo y cómo sea… ¿Adhesión, identificación, obligaciones o aspiraciones compartidas? Eso, ya, depende”. ¡Gracias, Fernando!... A los hacedores de dos generaciones ya: de peones sin cualificar, camareros sin bandeja de plata y universitarios de “hayar el volumen de un cono”; a los padres de la Patria, legisladores varios, profesionales de reconocido prestigio, prohombres, mujeres de pro y demás mostrencos. A todas y a todos y a todes. Gracias, ¡¡muchísimas Gracias!!…

Los hermanos Pérez Pum, pese al anecdotario, fueron unos chicos agraciados por la presencia, pupilaje y traspaso económico de sus padres hacia ellos. Educados en los últimos suspiros de una época donde decir ¡NO! a los niños y darles un capón a tiempo aun no se había convertido en un trauma y delito, supieron llevar más bien que mal las frustraciones y vaivenes de la vida. Ahora bien, ellos fueron dignos representantes de la época que les tocó vivir. Los Niños, merodeadores de la treintena, probaron suerte en las artes nupciales. Ella, enfrascada en el business de la restauración, conoció --en su extensa y tendida palabra-- al que sería durante tres años su marido, comercial de La Nestlé (División de Grandes Consumidores). El día en el que se sentaron a par-lamentar seriamente sobre su relación, Lucita le confesó a Lucio --que así se llamaba el de la Nestlé-- que durante las ausencias del viajante le había sido infiel con el último cocinero de Las 4 Herraduras, Bar and Lounge. Sucumbió la pícara empresaria de restauración a sus ensaladas templadas, a sus cálidas manos y a sus nerviosas caderas… Lucio, por su parte, desabrochándose el botón del cuello de su camisa de Terlenka, le agradeció tanta sinceridad, pues no podían soportar más --él y su colon irritable-- el no confesarle a su mujer el amor compartido con la madre ecónoma (Sor Magdalena) de un asilo de ancianos, a la sazón residencia de la tercera y última edad.

El inventario matrimonial al final de sus mil sesenta y… ocho días se podría resumir así. Hijos..., cero: “Primero tenemos que disfrutar (chingar y chingar, frungir y frungir), que ya tendremos tiempo de complicarnos la vida…”; vivienda de la coyunda..., una: pagada sólo en un 30%, del restante setenta se harían cargo desde ahora, y no se sabía hasta cuando, Lucita y el de las nerviosas caderas y templadas ensaladas. Todo el potentísimo mobiliario --ajuar y enseres de cocina-- quedaba bajo el mismo techo, en poder de la pareja que comenzaba ahora su nueva andadura. La ex cocina de Lucita y Lucio era de ver; la más atildada, sutil y surtida, jamás imaginada por Asimov, habría quedado como un mal infiernillo de camping gas comparada con la de ellos. La mejor cualidad era que no se había estrenado; ni tan consumada hija, nieta y bisnieta de cocinera, ni vendedor de alimentos de tanto postín, habían dado allí luz a nada que tuviera relación con un guiso, un potaje o un plato no necesariamente muy elaborado, al que hubiese habido que añadirle amablemente un poco del ingrediente Tiempo. Los hogares fundados por Lucita fueron guays. Comprometida con la ecología andante, hizo vestir el lavadero con cuatro recipientes para la clasificación de los residuos sólidos --basura de toda la vida--. Esos cubos siempre fueron alimentados con muchísimo más rigor que los estómagos de sus dueños; y ya hubiesen querido éstos la disciplina dispensada hacia aquéllos. Cuando la hija de Lucy Pum descubrió que los tapones de corcho eran residuos orgánicos, sabedora del crimen ecológico que estaba perpetrando tirándolos al recipiente del papel y cartón, pues bien..., cuando fue consciente del desmán, y en desagravio por este gravísimo error contra la Madre Naturaleza, se prometió por lo más sagrado --que venía a ser su suscripción anual a Ana Rosa (AR)--..., que en vez de cambiar su todoterreno toecológico --de a cincuenta mil l´euros, que todo el terreno que pisaba era asfalto y que “sólo” consumía quince litros a los cien-- cada cuatro años, lo haría cada cinco. Y que en aras de lo verde, ella llevaría el estigma del sellito de la ITV; indicio de ruina entre los suyos.. ¡¡Ahí, túúúúú!!

La pomada ecológica, y otras, le taparon muchas carencias, que de haber aflorado, habrían hecho saltar por los aires las pequeñas neurosis y válvulas de escape, y se hubieran convertido en amarguras insoportables. Conque se podría afirmar que todas las Lucitas del mundo fueron..., son mujeres más comprometidas y preocupadas por un témpano de menos en los deshielos primaverales del ártico que por ponerle cara a la vecina del novenobé (9ºB) que faltó el domingo pasado. El grandioso Chesterton ya las barruntó, y se podría decir de ellas que se encontraban aburridas de cada momento y hambrientas por el siguiente. Así pues, Lucitas del orbe uníos y no os preocupéis por aplacar vuestra impaciencia del corazón, que tema no os faltará: siempre habrá algún cigarrón que salvar en África, o un marsupial maltratado en Oceanía por los tiranos ovejeros; incluso si os llega el presupuesto o habéis agotado el tema medioambiental, hacia la Navidad, igual os queda fuelle para apadrinar a algún negrito --¡huy!, infante subsahariano, perdón--, que os haga tragar sin mala conciencia los alfajores de miel… ecológica, claro… ¡Cómo no!

La miel de los alfajores podría ser procedente de colmenares colocados entre la retama, el tomillo y el romero de cualquier estribación serrana, cuyos alrededores estuviesen salpicados de naranjales y olivares cultivados bajo las más estrictas normas fitosanitarias de cualquier consejería de agricultura --¡uy!, medio ambiente, medio rural, perdón--. De esta guisa, la miel obtenida por estas abejas ejerciendo con toda liberalidad sus libaciones sería una miel mixta fantástica.

La miel de los alfajores también podría ser procedente de un cultivo súper intensivo de girasol, donde con anterioridad a la siembra se hubiese tratado la tierra con herbicidas totalmente autorizados y respetuosos en sus plazos con la fauna autóctona; pues bien, la miel castrada de estas colmenas, colocadas --en su día-- en el momento de la floración de las solanáceas (mirasoles), sería una miel de monocultivo --girasol-- que quien no la haya probado no sabrá nunca la carita que ponían los antiguos dioses al rociar sus tostadas con aceite (de oliva, claro) y una capa de ella.

Cualquiera de estas salutíferas mieles estarían tildadas de ecológicas en cualquier mercadillo medieval de cualquier pueblo o ciudad del mundo. Los requisitos siempre serían... [atent@s]: Que al tenderete donde se venda le cuelguen mucho los toldos del techo, dándole un aire dejado y bucólico; si el suelo que sustenta el mercadillo está rociado de paja y salpicado con cagarrutas de cabra traídas de la central lechera industrial caprina, que son las que más se pegan a las suelas de los zapatos, entonces la miel va cogiendo un tinte ecológico serio. ¡Bueno, bueno!; y si el perroflauta de la jaima que te la vende, desertó del rolón de Nivea hace tiempo ya --incluso del de Hacendado--, y los manojitos de sus trenzas compiten en contundencia con las porras de los antidisturbios; ¡tatachán, ce voila!... Aquí tiene usted la miel ecológica con pedigrí. ¡Sí Señor!, con un par.


Él --Paquito, su hermano--, habiendo sido testigo presencial de la vida tan comprometida de su hermana, prefirió el arrebujarse a ratos. No dio un paso más allá del hogar materno sin haberse dicho repetida y machaconamente: “De aquí no me muevo, ¡coño!; no me separo de mis padres, ni que vengan a por mí, al alimón, la Scarlett Johansson y el Ricky Martin”. Pues así, de forma alternativa, conjugaba sus gustos sexuales el estilista.""


..."Algo asín"... Espero que esta BREVE HISTORIA haya transmutado a Buen Cuento; y que los requisitos le sean propicios: es decir, se cumpla..., que "Algo asín"  A+B+C. Porque no les haya sonado a chino, ni rechinado ni costado en demasía la transferencia desde el imaginario hasta la vida del español medio..., ni asestado un golpe mortal de aburrimiento. 

Y ustedes ahí en la chimenea traspuestos ya, con el tronco de encina a puntito de hacerse cisco, me miran con variopintos semblantes; es el calor y la color y la danza de la lumbre y la magia de la palabra hablada cara a cara... tan en desuso hoy en día todo lo anterior... Si gustan, como afuera todavía arrecia, dispongo en este mi albergue de cama recién almidonada y hecha para todos... No me estropeen la cabeza del oso al recoger las suyas, quiero decir los móviles, disculpen. Me retiro, pero quédense al rescoldo haciendo tertulia. El mando de la tele, encima de la mesita baja... Si el cuento les ha chocado y provocado zozobra, hay telediarios de última hora y multicolores en todas las cadenas, ellos les recompondrán de nuevo... 

Y si en último término lo que se les marida --entre el cuento recién narrado, la caja tonta recomendada, y el pajar ecijano de ineludibles wassaps por contestar durante este rato...-- les provoca un desasosiego infame y un concome insoportable...:




                    







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