En clave de Rumor...
Tiempo
ha, sucedió en la vecina Calpe un hecho que con el devenir
continuado de amaneceres y declinados ocasos concurrió en algo más que un hecho, pues sólo por lo esperpéntico y desquiciante que resultó al final ser, elevó súbito de categoría, entronizándose en el universo definitivo de lo posible: o sea, en Rumor... Qué bella palabra..., pues qué es todo sino Rumor... Pretérito Rumor de la ola que expelió para siempre jamás a aquellos parientes mamíferos muy anteriores a los de “before Adán”,
los cuales perseguían salir definitivamente del medio
acuático, vivir para siempre en la tierra de la Tierra, dejar de
tener a todas horas los pies -o lo que en aquellos entonces fueran
sus pinreles- mojados, abandonar para siempre el Fungusol y el Canestén prehistóricos... Futuro Rumor de la Gigante Roja en el momento de engullirse el Planeta Azul, cuando Lorenzo, hinchado y hastiado de tanto vivir, diga: "hasta aquí hemos llegado"...
Este es el breve relato de una conversión; una más en la historia de la humanidad; una SanPablada sin caballo -que nunca lo hubo, por cierto-, o una SanAgustiniada sin tanto descoque previo... Es una narración forjada -en su cosmogonía- en la estival y calurosa madrugada de una onanista, solitaria y lujosa habitación de hotel... ¡Ah!, otros verán en todo lo que sigue una traición; el relato de un monumental cambiazo... Rumores... para todos los gustos.
Estamos inmersos en una noche con luna de Alicante, sábado, avanzadas horas de las sombras, previa al chupinazo final -durante la mañana dominical- del acto de clausura del Congreso sobre el cambio climático de origen antropogénico, organizado por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático IPCC... Durante las dos jornadas anteriores, calentólogos de todo el orbe han debatido en esta convención, y teniendo como acogedor escenario para sus endogámicos argumentos el principal salón de actos del hotelazo, han debatido -como comentábamos-... sobre la letanía ecológica, la cual explicada aquí en confianza como estamos la podríamos resumir asín: el bochornoso y horroroso calor que hace durante el verano en cada uno de los hemisferios -de forma alternativa, claro-; el frío que pela en invierno; y lo "raritas" que parecen tener viso de ser la primavera y el otoño... ¡Ah!, disculpen... Y lo "¡malo, malo y malo!" que resultaba ser El Hombre para el planeta azul...
Empero..., como lo que aquí en definitiva se va ha escribir es el desenlace de un cuento sin mucha presentación y un nudo más bien corredizo, lo mejor para todos, pues, será calcar..., fusilar la deferencia de aquellas juveniles y veraniegas novelas de Agatha Christie, en las que acudíamos a la relación de los personajes -en las guardas delanteras- para saber quién era quién.
Ponente T. Delparque [Curiaqui en su familia]
Protagonista de nuestra historia. Ponente de la legación española y elegido responsable para la lectura del estelar discurso de clausura del Congreso. Es político profesional desde que cobrara siendo mozo unas treinta y tres mil pesetas por encolar y emporcar los muros y tapias de su pueblo con los carteles electorales donde no aparecían Fraga ni Suárez... Persona solvente y decidida en todos los ámbitos; su tono vital pasa por un momento delicado: el del cincuentón con motor Mercedez-Benz adecuadamente rodado y disfrutado, pero con la sensación de hartazgo que da ese abrumador porcentaje de seguridad y fiabilidad sin tregua. Tanta disciplina y regularidad en tantas campos le hacen desempolvar su vida de hace un cuartillo de siglo...
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John Capirote
Responsable último y coordinador general del Congreso del IPCC. Hacedor y pergeñador del pretencioso discurso de clausura que leerá Delparque el domingo por la mañana -documento pastelero y lacrimógeno, de parte del África profunda hacia y para sus benefactores..., que somos nosotros: "el primer mundo"-; así como "padre" -John Capirote- de la ñoña e ilusoria figura de Niara Kdongo. Hombre con desmedida ambición; tan cálido como un viaje en moto sin carena durante un aperreao día de enero... Y en último término, calculador y por primera derivada manipulador.
Niara Kdongo
Invitada-Invisibe-Imaginada de Honor pero convidada de piedra... Protagonista ilusoria en el alegato de clausura del Congreso... En su holografía discursiva, se nos muestra como amantísima, y por ende afanada madre africana, la cual, siguiendo el hilo de una lúdica y espartana transmisión vía correo electrónico -vía satélite-, se deshará en parabienes hacia el IPCC, por su encomiable labor en la titánica lucha contra la fiereza de ese depravado depredador del CLIMA: El Hombre... Es la mujer de paja, la tonta útil explicándose mediante una docena de folios representados por boca del ponente T. Delparque, el altavoz africano que clama a los cuatro vientos su gratitud con el sacrosanto IPCC.
¡¡EA!!, aquí que volvemos al Big-Beng de este cuento... Tenemos el domingo de madrugada a Delparque sentado delante del frío escritorio de la 669, inhalando el aroma regalado por un puñado de jazmines abiertos esa misma noche y esparcidos sobre la mesa; a los teclados de su portátil órgano informático, silenciosa y cómplice impresora de andar por casa incluida... En una mano el "discurso original de mañana domingo" pergeñado por la cúpula del Intergubernamental, en la otra, un taquito in albis de folios, timbrados sin más con los relieves del Programa de las Naciones Unidas: son los elegidos, el arma del "delito"... Como testigos de la tropelía en ciernes y remoloneando por el escritorio: "de rerum natura" y "el ecologista escéptico", queriendo ser espectadores excepcionales -de ayer y de hoy- del sin más dilación premeditado cambiazo.
Este es el breve relato de una conversión; una más en la historia de la humanidad; una SanPablada sin caballo -que nunca lo hubo, por cierto-, o una SanAgustiniada sin tanto descoque previo... Es una narración forjada -en su cosmogonía- en la estival y calurosa madrugada de una onanista, solitaria y lujosa habitación de hotel... ¡Ah!, otros verán en todo lo que sigue una traición; el relato de un monumental cambiazo... Rumores... para todos los gustos.
Estamos inmersos en una noche con luna de Alicante, sábado, avanzadas horas de las sombras, previa al chupinazo final -durante la mañana dominical- del acto de clausura del Congreso sobre el cambio climático de origen antropogénico, organizado por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático IPCC... Durante las dos jornadas anteriores, calentólogos de todo el orbe han debatido en esta convención, y teniendo como acogedor escenario para sus endogámicos argumentos el principal salón de actos del hotelazo, han debatido -como comentábamos-... sobre la letanía ecológica, la cual explicada aquí en confianza como estamos la podríamos resumir asín: el bochornoso y horroroso calor que hace durante el verano en cada uno de los hemisferios -de forma alternativa, claro-; el frío que pela en invierno; y lo "raritas" que parecen tener viso de ser la primavera y el otoño... ¡Ah!, disculpen... Y lo "¡malo, malo y malo!" que resultaba ser El Hombre para el planeta azul...
Empero..., como lo que aquí en definitiva se va ha escribir es el desenlace de un cuento sin mucha presentación y un nudo más bien corredizo, lo mejor para todos, pues, será calcar..., fusilar la deferencia de aquellas juveniles y veraniegas novelas de Agatha Christie, en las que acudíamos a la relación de los personajes -en las guardas delanteras- para saber quién era quién.
Ponente T. Delparque [Curiaqui en su familia]
Protagonista de nuestra historia. Ponente de la legación española y elegido responsable para la lectura del estelar discurso de clausura del Congreso. Es político profesional desde que cobrara siendo mozo unas treinta y tres mil pesetas por encolar y emporcar los muros y tapias de su pueblo con los carteles electorales donde no aparecían Fraga ni Suárez... Persona solvente y decidida en todos los ámbitos; su tono vital pasa por un momento delicado: el del cincuentón con motor Mercedez-Benz adecuadamente rodado y disfrutado, pero con la sensación de hartazgo que da ese abrumador porcentaje de seguridad y fiabilidad sin tregua. Tanta disciplina y regularidad en tantas campos le hacen desempolvar su vida de hace un cuartillo de siglo...
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...El Curiaqui, gracias a su padre, derivó -hasta rozar los veinticinco- hacia gustos
campestres; y merced a modas entero ambientales y oportunismo político aterrizó, finalmente, en la
concejalía del ramo de cualquier ayuntamiento del sur de España.
Antes de hacerse apóstol del carguito y forofo calentólogo
-y viceversa- , pastoreó muchas tardes de primavera a su rebaño de
vacas suizas por los pastos de cebada forrajera; limpió toneladas de
gallinaza de sus diez mil ponedoras, a las que recogió y clasificó
sus miles de huevos diarios. Hasta que se hartó de discutir los
créditos con el director del Banco Bilbao de su pueblo para renovar
a las gallinas, y se cansó, además, de que las vacas se comieran
más de lo que le pagaban por la leche y la carne juntas. Así el
panorama, y por muy bucólico que pareciese todo, trabajar para el
diablo no era la idea del laburo que él tenía. Mandó todo lo
agropecuario a tomar por la retaguardia, y el Museo de arte y
costumbres populares de la capital... se lo agradeció. Con
la entrada en la Comunidad Económica Europea surgieron milagros
tales como: que la leche entera francesa era casi superior a un vaso
de agua con exceso de calcio; que los huevos gallegos se vendían en
Andalucía -y viceversa- en aras de la frescura; y que las carnes
inglesas y holandesas tenían la propiedad de poder reblandecer
nuestros sesos. La entrada en el Mercado Común fue la lesshhe.
Avispado como era el Curiaqui por su condición de benjamín, pronto
dilucidó que traía más cuenta discutir sobre el CO2 de la
atmósfera que sobre el precio de un kilo de pienso.
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No se rían, no se rían..., que en unos instantes lo
tenemos en el escritorio de su habitación [6-69] muy muy compungido, intentando hayar (de la LOGSE) un punto de apoyo donde colocar la palanca que le dé un renovado vuelco a su desaborida vida..., según su más íntimo sentir.John Capirote
Responsable último y coordinador general del Congreso del IPCC. Hacedor y pergeñador del pretencioso discurso de clausura que leerá Delparque el domingo por la mañana -documento pastelero y lacrimógeno, de parte del África profunda hacia y para sus benefactores..., que somos nosotros: "el primer mundo"-; así como "padre" -John Capirote- de la ñoña e ilusoria figura de Niara Kdongo. Hombre con desmedida ambición; tan cálido como un viaje en moto sin carena durante un aperreao día de enero... Y en último término, calculador y por primera derivada manipulador.
Niara Kdongo
Invitada-Invisibe-Imaginada de Honor pero convidada de piedra... Protagonista ilusoria en el alegato de clausura del Congreso... En su holografía discursiva, se nos muestra como amantísima, y por ende afanada madre africana, la cual, siguiendo el hilo de una lúdica y espartana transmisión vía correo electrónico -vía satélite-, se deshará en parabienes hacia el IPCC, por su encomiable labor en la titánica lucha contra la fiereza de ese depravado depredador del CLIMA: El Hombre... Es la mujer de paja, la tonta útil explicándose mediante una docena de folios representados por boca del ponente T. Delparque, el altavoz africano que clama a los cuatro vientos su gratitud con el sacrosanto IPCC.
¡¡EA!!, aquí que volvemos al Big-Beng de este cuento... Tenemos el domingo de madrugada a Delparque sentado delante del frío escritorio de la 669, inhalando el aroma regalado por un puñado de jazmines abiertos esa misma noche y esparcidos sobre la mesa; a los teclados de su portátil órgano informático, silenciosa y cómplice impresora de andar por casa incluida... En una mano el "discurso original de mañana domingo" pergeñado por la cúpula del Intergubernamental, en la otra, un taquito in albis de folios, timbrados sin más con los relieves del Programa de las Naciones Unidas: son los elegidos, el arma del "delito"... Como testigos de la tropelía en ciernes y remoloneando por el escritorio: "de rerum natura" y "el ecologista escéptico", queriendo ser espectadores excepcionales -de ayer y de hoy- del sin más dilación premeditado cambiazo.
- ¿Recepción!... ¿Mariví, eres tú!... Por favor, que me suban una jarra con café, limón y una cubitera. ¡Gracias!
A
las cinco y cuarto de la mañana, los despertadores made in Calpe, con plumas, pico y espolones más bien inquietantes -y
sin pilas-, comenzaron a funcionar. El Curiaqui, a la sexta hora de
este recién estrenado domingo, ya estaba dando un paseo por los
alrededores del hotel.
Cuando
el Señor Delparque entró en el Salón “Peñón de Ifach”
-después de haber pasado por su habitación y de reubicarse un
poco-, emperifollado local y lugar donde se estaba desarrollando las jornadas del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático,
al señor Capirote, responsable y coordinador general del Congreso,
se le abrieron los siete cielos ecológicos y se le aparecieron todos
los santones medio y enteroambientales. A primera hora de la
mañana había intentado ponerse en contacto con el Edil Ponente pero su celular no daba señales de estar encendido. Cuando preguntó
en recepción por él, la señorita Mariví le comunicó el mensaje
dejado por el señor Delparque al amanecer: necesitaba un aparte consigo mismo para poderlo dar todo; estaría puntualmente en los previos de la convención. Nada más verlo entrar,
lo asió por el perfectamente cincelado hombro del Curiaqui y no lo
soltó hasta haber embocado bien la escalinata del escenario.
Momentos antes de dar comienzo el acto y el discurso de clausura, y
estando Capirote y Delparque en un aparte, sobre el mayúsculo
entarimado en el que se ubicaba el atril y la fabulosa mesa corrida,
en la que se cobijaban tanto organizadores como técnicos
responsables del multimedia, le preguntó el notable y áspero calentólogo
al templado y un poco turbado concejal:
- ¿Todo OK, Delparque?
- Todo controlado, John. Absolutamente nada de lo que preocuparse.
- Recuerda que hoy es el día de tu espaldarazo; hasta en las quinielas menos favorables aparece tu nombre como parte del recambio generacional. ¡¡Y Tú Lo sabes!!
Aquello
le sonó al Curiaqui como muy enlatado, poco natural, y bastante
impostado; no era posible que un tipo que no dominaba el español se
desmarcase con tales términos. Además; espaldarazo, espaldazo,
jardazo… Todo le sonaba muy confuso, momentos antes de erigirse
ante miles, millones de ojos. La jornada -con los años más bien
sería recordada como Función- de clausura comenzó. Los
responsables de Comunicación hicieron tal despliegue de medios y
posibilidades, que el acto de los Oscar, de haber sido comparado con
ésta, se habría convertido en la polvorienta promoción del
crecepelos hecha por el señor calvo de levita desde lo alto de su
carromato en el Far West. - ¡Qué munificencia, Dios mío!
-se dijo para sus adentros el en breve ponente.
Mientras
el acto discurría sincronizado como una sesión de trileros por el
Gurú John Capirote, Delparque se abstrajo unos segundos. Necesitaba
ver las correcciones perpetradas... Comenzó a leer
el documento realizado en el mismo papel oficial del IPCC; formato idéntico, tipo y tamaño de
letra calcados. En apariencia todo pintaba bien... Iba recorriendo con la mirada el primer folio, y
conforme despachaba frases, fue recuperando una indescifrable
liviana sonrisa. En el momento en
que se disponía a repasar la segunda página, Capirote anunciaba como si de
la presentación de Diego Armando se tratara: “Con todos ustedes, y
formando parte de la prestigiosa Delegación española: ¡El Señor
T. Delparque!”...
CARTA
DE AGRADECIMIENTO
DE NIARA KDONGO A LOS SEÑORES DEL
PANEL
INTERGUBERNAMENTAL
DEL
CAMBIO
CLIMÁTICO
Estimados
Señores:
He
de ser breve, muy breve. Puedo intuir el dolor que sobre los hombros
han de sentir todos los que desde latitudes septentrionales han
acudido a la convención sobre el Cambio Climático de Origen
Antropogénico, durante estas tres largas y agotadoras jornadas, ahí
en las bellas costas mediterráneas españolas. Sé, que todos los
miembros Nórdicos, a los que ahora aprovecho para saludar fríamente
y referirme, no habrán tenido la precaución necesaria para proteger
sus lechosas espaldas de ese bendito Sol español. Sé, que sus
camisas -hoy especialmente almidonadas para abrir con blanco nuclear
todos los telediarios de la Madre Tierra- acarician sin rubor sus
maltrechos hombros. Sé de buena tinta -y por otro lado- que
numerosos miembros de las delegaciones provenientes del Hemisferio
Sur no están menos deseosos que los Nórdicos de que esta
convención concluya en breves instantes; sus razones no son de menor
peso, pues de pronto los sacaron de su acogedor y mullido invierno
para trasladarlos -charco de por medio- a cuadras más caldeadas y
húmedas -¡vaya por Dios!-. Eso sí, que ni a unos ni a otros se les
ocurra decir ni pío a propósito del hotelazo que los ha tenido
hospedados, sus comodidades, lujos, excesos energéticos y, sobre
todo -y ahora sin una brizna de ironía, se lo suplico-, el carácter
acogedor de todo el personal español.
Pero
no es la prisa de sus señorías la que me atosiga. La que me
acucia, está afectada más que nada porque yo sea precisa, porque
esta servidora sea breve. Siendo concisa en mi discurso conseguiré
dos cosas. La primera, que ustedes me atiendan, y la segunda, que
este correo electrónico que les envío desde el corazón de África
les pueda llegar. Es complicado coordinar las telecomunicaciones aquí
en medio de la Sabana. Mientras yo tecleo el texto, mi hijo Daren no
debe dejar de pedalear en la dinamo de la comunidad; el enchufe de
red eléctrica convencional -entre ustedes, claro- más cercano... creo
que está a seiscientos sesenta y seis kilómetros y medio de
distancia -eso dicen algunos-. Daren a los pedales, una servidora a
los teclados, y aún falta la última pata del taburete -recuerden
siempre que con tres patas aquí en África nunca se cojea-. Mi
querido hijo Ajani ha de orientar hacia el este, lo mejor que sabe y
-sobre todo- que puede, la parabólica. Todo esto no sería nada
meritorio si no tuviésemos -además- que supervisar que mi pequeña
Kendi no se nos asfixie dentro de la cabaña mientras se acaba de
cocinar el ñame, calentado en el fogón a base de los excrementos de
ñu. Problemillas logísticos aparte..., que se solucionan con el
ingenio africano, yo, Niara Kdongo, LES ACUSO.
Les
acuso de poner palos entre los radios de las ruedas del carro
africano. Les acuso de no dejar prosperar a un pico muy considerable
-de cigüeña más que de gorrión- de la humanidad gracias a sus
políticas egoístas, temerosas e irracionales.
Cuando
a finales del siglo XV el Papa de Roma Inocencio VIII -inmerso el
clima europeo y mundial en aquella “pequeña edad de hielo”, que
transitaría con vertiginosos altibajos meteorológicos entre lo
siglos XIV y XIX-... Cuando a finales del siglo XV el Papa publicó una Bula para defender a la población, de
brujas y herejes hermanados con el mismísimo Diablo, y cuyas
finalidades, según la mentalidad de la época, eran trastocar el clima provocando todo tipo de
calamidades; pues como les decía honorables congresistas, cuando su
Santidad tuvo a bien ante tamaño descontento y cambios
meteorológicos feroces, inexplicables y fulminantes, meter mano a tanto delegado y
delegada satánicos, al menos tuvo la gallardía de emparentar a los
malandrines terrenales con fuerzas tan potentes -aunque de signo
contrario- como las que Él representaba. Dentro de la tremenda
ignorancia e inopia científica, y del obscurantismo en el que el
mundo aún estaba inmerso, había cierta lógica en la posición
Papal. Sí.
Conocedor
Él, de los buenos diezmos cobrados por sus antecesores sobre
cultivos y ganaderías en latitudes muy al Norte. Bebedores de buenos
caldos como fueron sus Santidades, durante los benignos últimos
siglos del primer milenio y los cálidos primeros del segundo -y
antes y después también, of course-, y estando informado Inocencio
del cuantioso montante, así como de su septentrional procedencia, no
tenía más remedio que argumentar... que la causa de tanto transmutar
a peor no podía ser atribuible más que al Maligno y su cohorte de
representantes en la Tierra. Fue un drama humano originado por el
miedo y la ignorancia. Se acusó a unos pocos-muchos débiles para
poder dar salida a la argumentación teológica de la época… Si
se ha trabucado el clima, después de tan benignos siglos, tiene que
haber sido Belcebú y sus acólitos. Si yo no declaro y me reafirmo
en lo dicho, y además lo combato al menos tan ferozmente como se
manifiestan las hambrunas y las enfermedades, estoy dando pábulo a
que las fuerzas del Averno son superiores a las Celestiales… A
los ojos de hoy, son razones supersticiosas contra hechos totalmente
inexplicables de forma científica en aquella época, y si me apuran, señorías..., incluso en ésta. Nadie arremetió contra medio mundo y
lo intentó lapidar. Inocencio no perdió el respeto a sí mismo. Fue
consecuente con el estrecho margen de su realidad: “venimos de
numerosos y feraces siglos con la ayuda del Santísimo; construimos
todas las Catedrales durante una primavera casi eterna; bebimos y
vendimos vinos de la Ribera del Támesis y aún daneses. Y ahora
estamos inmersos en cataclismos y pestes inexplicables, los cuales
sólo pueden venirnos dados por las garras de Lucifer”…
Por
más veces que se lo explique, señorías, no había más fuego en
esas piras del miedo y recalcitrante egoísmo humano. Sin embargo, ustedes... sí han perdido el respeto por ustedes mismos; y desde ese
preciso momento, y como siempre, ha dado comienzo la desgracia entre
los hombres -gracias Jünger-. Los Dioses felizmente han acabado
todos en su sitio. Los míos descansan en el tronco de un árbol
centenario; allí, entre sus secos huecos, se recogen las cenizas y
restos de mis antepasados. Allí, adoramos todos el Misterio del
Mundo, la Santidad Natural. Sus Dioses también están hoy felizmente
-en su mayoría- en sus puestos y en sus encomiendas; ya no molestan
a nadie. Las brujas y herejes que Inocencio achicharró... se podrían
haber salvado. Nada a efectos del clima y sus consecuencias habría
cambiado. Solamente, no se habría calmado a la Masa, no
municionada de chivos expiatorios ante lo inexplicable de aquellos
días. Hoy, no hay lo que hay que tener para quemarnos en plaza
pública. Pero nuestro silencio provocado por sus mordazas y el
ninguneo mediático y político hacen que sus objetivos sean más
malditos que un millón de Inocencios. Están ustedes cargados de
triquiñuelas y de letanías para no permitirnos prosperar. Ustedes
se han embutido la casulla del empirismo trabucado, la estola de la
estadística violada; han ido corriendo a las faldas de la ONU para
no hacer otra cosa... que matar -a golpe de no consentir
desarrollarse- a aquellos que no pudieron hacerlo, si no antes que
sus señorías, al menos después. Gracias. Agradecimientos miles
-comenzó el revuelo por la zona del multimedia...
Le
han retorcido el cuello a la Santa Ciencia -bien entendida- para
justificar sus miedos a lo desconocido: a nuestro potencial emergente
y al albur lotero del clima, que por otra parte, y si hubiesen sido
científicos honestos y no espurios científicos, habrían sabido
descifrarlo, desentrañarlo mejor de lo que hasta hoy lo han hecho.
¡So mamones! Hasta ahora no les he hecho ninguna pregunta. Firmaré
el manifiesto sin realizarlas..., lo juro.
No
dejaría de ser una petardá levantina la afirmación de que
nosotros los insignificantes humanos estamos cambiando el clima, si
no fuese porque detrás de esta potentísima Aseveración hay tanto
desarrollo frustrado, tanta sostenibilidad de lo suyo e inviabilidad
de lo nuestro; si no fuera porque habiéndose explayado
tecnológicamente ustedes, quisieran sus señorías castrar nuestros
sueños con esos argumentos tan enclenques como el que ahora pedalea
aquí a mi lado. ¿Verdad, Daren? ¡Ánimo, hijo!...
La
narración del Cambio Climático antropogénico -¡qué bonito suena
en español!- no difiere mucho de la que le cuentan los pinos viejos
al pobre pinsapito que intenta abrirse paso entre ellos…: no te
preocupes mi niño -le dicen los hijos de la gran piña-, poco a poco
te irás abriendo paso entre nosotros. Y mientras esto le dicen,
absorben lo mejor del suelo con sus potentes raíces, el aire más
limpio, el sol que acaricia sus esbeltas ramas... y ensombrecen al
infante. Y mientras este discurso le dan, ellos crecen un palmo y
pinsapito sólo un pírrico centímetro; así hasta que se seca y se
muere.
La
Verdad -vuestra verdad- sobre la que se asienta toda la estafa, es
otra estafa en sí misma. El CO2 tan cacareado no es motor de ningún cambio. El
CO2 es un producto básicamente de la temperatura, y no al revés
como ustedes rezan a todas horas. Yo les acuso de tener engañada a
la Humanidad. Miren el Cielo veraniego del Mediterráneo; contemplen
al Hermano Sol. Él y sus ciclos, con sus periodos de manchas solares
mostrándose encorajinado, o bien más relajado en otras ocasiones,
son los responsables de todo cambio climático. También lo es: el
mayor o menor nivel de radiación cósmica -venida de todos los
rincones del Universo, y de sus fabulosas explosiones-, que en
nuestra troposfera favorece y transita la mayor o menor formación de
nubes. Encender y apagar el Sol, tener un termostato sobre él...,
mangonear la radiación cósmica universal; nada de todo esto está
en vuestras manos. Tener enterrado el carbón y el petróleo para
salvar o condenar a una tercera parte de vuestros congéneres, eso,
sí. ¡So Mamones!
Tras
un aumento de las temperaturas medias de la Tierra en dos, tres o más
grados, durante periodos de tiempo prolongados, los acumuladores más
lentos y progresivos del Planeta -que son los Océanos- acaban
absorbiendo paulatinamente este calor, y entonces -¡entonces!, con los mares
caldeados, se acelera la devolución, la liberación del CO2
disuelto en sus aguas hacia la atmósfera. Este es el motor no
gripado del clima, este es el proceso acallado por ustedes. No
emitimos insignificantes cantidades de CO2 y nos calentamos, no, no.
Nos calentamos, y se emiten -incluidas las nuestras- modestas
porciones de CO2... Nunca lo duden: fue antes la gallina que el
huevo; luego llegó él...
El
CO2 representa el 0,054% del TOTAL de los gases de la
atmósfera; y es aún más pequeña la porción que los humanos
aportamos, estando ya incluida en ese porcentaje. Aquí, en este
raquítico número me tienen ustedes puesta la lupa. Les iba a
preguntar si no les da vergüenza, pero no lo haré. No la tienen.
¡Mirad al cielo, so majaras; y no os observéis más el ombligo!
Recreaos en el Sol y en vuestros mares, y no en vuestros estúpidos
-y envidiables- tubos de escape. ¡¡So Mastuerzos!! ¡¡¡Mamonazos!!!
Nos
habéis engañado con la máxima, con la mayor, pero también con los
detalles. Nos asustáis con un aumento de la temperatura media del
Planeta de 0,6 grados centígrados en superficie; pero no nos hacéis
el trabajo completo, pues la información cabal sería revelar las
temperaturas en las capas superiores de la atmósfera. Ahí, en la
troposfera, alejados de vuestros termómetros de suelo, contaminada a
veces su información por su cercanía a las ciudades, las
temperaturas no suben como en la superficie. ¿Lo sabéis?
¡Al
Gore! -mientras lo escribía, lo he soltado a viva voz y mis
hijos han dejado de pedalear y enfocar la parabólica. ¡Tranquilos
chicos!, ni tan siquiera está en África-, mi querido Al... nos
enseña siempre los glaciares retirándose, dice que desde hace
cincuenta años. Di la verdad incómoda, Al...; di que se
retiran -de momento- desde hace doscientos años.
Nos
presentáis los rebordes de la Antártida calentándose -sobre todo
en la primavera y el verano del hemisferio Sur-, pero ocultáis
sistemáticamente que el corazón del continente helado se enfría
vertiginosamente.
Mi hija me está indicando que no se sabe cómo, pero que la clausura de
vuestro congreso la están emitiendo en directo por algunas cadenas
mundiales. Quisiera aprovechar para llegar a más cabezas, a más
corazones.
>>Delparque aprovechó el revuelo ocasionado por él mismo, debido a la entrada en tromba de nuevos reporteros -y calculado casi con toda seguridad por el padre del subversivo legajo...- ...Aprovechó el conferenciate, como decíamos, el revuelo ocasionado para dar un trago casi sin levantar la vista del atril. Continuó<<...
>>Delparque aprovechó el revuelo ocasionado por él mismo, debido a la entrada en tromba de nuevos reporteros -y calculado casi con toda seguridad por el padre del subversivo legajo...- ...Aprovechó el conferenciate, como decíamos, el revuelo ocasionado para dar un trago casi sin levantar la vista del atril. Continuó<<...
La
proporción de los gases en nuestra querida y delicada Atmósfera es
la siguiente: 78% de nitrógeno, 21% de oxígeno, y 1% resto de
gases. En este uno, ¡uno!, ¡¡uuunooo!! por ciento está
incluido el vapor de agua -principalísimo gas de efecto invernadero-
y el tan pregonado y minimalista CO2.
Gráficamente
y de un modo simplificado, resultaría que: lo acogedor y vital de
nuestro querido planeta viene dado, dentro de unos límites, porque
tanto el Vapor de Agua como el CO2 dejan pasar la energía luminosa
proveniente del Sol, y cuando esta energía en forma de luz rebota
sobre la superficie del Planeta, los dos gases -y sobremanera el
vapor de agua- se encargan de retener, de absorber la energía
devuelta en forma de calor. Este calorcito conservado en su justa
medida es el que hace posible esta discusión… Este es el efecto
invernadero clásico, básico.
Si
tras un periodo frenético de vuestro Lorenzo aumentan de forma
natural -y sin concatenación- las temperaturas medias del Planeta
dos o tres grados, más -un poner- el medio grado largo que supone
vuestro chupete, vuestro sonajero antropogénico -qué linda
palabra-; tendríamos posteriormente acumulaciones paulatinas de
calor en el seno de los Océanos..., con la consiguiente liberación
del CO2 del interior de los mares al aire.
En
este escenario atmosférico comprobaríamos -por un lado- Vapor de
Agua en exceso, producido por el aumento de temperatura inicial; y
por otro, también demasía de CO2, debido a su liberación en los
Océanos cuando suben sus temperaturas. Ante este teatro tan del
gusto de sus señorías, tan real y calenturiento como posible, y que
se nos puede dar -les recuerdo, por si hay algún tipo listo
por ahí, que sólo he ironizado en la primera página, y se acabó.
No están mis hijos para más tonterías-... Ante este escenario, como
les decía, jamás he visto por escrito en ningún documento
vinculado a la ONU las posibles retroacciones favorables a un
enfriamiento ante semejante decorado. Y vive Dios que serían
posible... Vive Dios que sí... Tan ocultas las tenéis como posibles
son.
Con
el recalentamiento de la Atmósfera, producido -¡¡ahora sí!!- por el
aumento de gases de efecto invernadero -vapor de agua y CO2-, habría
mayor evaporación aún en los Océanos, y por consiguiente mayor
formación de Nubes; éstas son blancas..., de manera que reflejan la
luz solar -no atravesándolas- e impiden que el calor llegue a la
superficie terrestre. El Planeta desde este momento iniciaría una
dinámica de enfriamiento. Conque -mira que tienen bonitas palabras
los españoles. Aguanta un poquito más Daren, ya queda poco-...
Conque, el aumento medio de la temperatura terminaría
favoreciendo su propio descenso. ¡¡So becerros!! -revuelo
generalizado en el Salón...
<<¡Por
favor, Señores, orden, orden!>>... Otra posible retroacción favorable a un
enfriamiento sería: mismo escenario con exceso de CO2 y vapor de agua. Las plantas, esas grandes consumidoras de CO2, tendrían
bastante que devorar, y consecuentemente se desarrollarían con mucha
mayor alegría y rapidez, y así absorberían ese “¿exceso?” de
CO2 -¿sobrante?- de la atmósfera, con lo que se reduciría el
efecto invernadero... Si lo deseáis... os lo dibujo.
Estas
retroacciones favorables al enfriamiento, en un escenario
paradójicamente calenturiento, quiero que salten al viento; y sería
pedir casi un imposible que en algún documento perdido entre esos
miles de millones de folios inútiles que ustedes despilfarran aparecieran; aunque sólo fuese por vergüenza toreadora
-torera, torera, me apunta mi querido Ajani, con calambres ya en los
brazos.
El
Rey de la paradoja debería de decir ahora algo o callar para
siempre... No, no; a este tío grande y bondadoso ustedes no
le pueden callar, es más, no creo que ni tan siquiera le conozcan...
“Los dos pecados contra la Esperanza son la arrogancia y la
desesperación”. A nosotros los del tercer mundo nos tienen sus
señorías afiliados a la última palabra del enunciado; no les voy a
preguntar si son ustedes arrogantes...
Siempre
viene algún africano a salvar a otro africano: “La verdadera
desesperación es agonía, tumba o abismo. Si la desesperación
habla, si razona, si sobre todo, escribe, entonces el hermano nos
tiende la mano, el árbol queda justificado, el amor nace. Una
literatura desesperada es una contradicción en sus términos de
enunciación”. Gracias, muchas gracias, Hermano Camus.. No servirá
de mucho; seguirán sin darse por aludidos.
Si
ya lo dijo aquél: “El pesimismo no consiste en cansarse del mal
sino del bien”. Es por eso por lo que sois -a estas alturas me
disculparéis algún tuteo- grandes pesimistas. Os habéis hartado,
abotargado de vuestras buenas vidas; y ahora, como si un juego de
salón se tratara, desde vuestros sofás extensibles y reclinables
movéis las fichas africanas. ¡Sí!
Señorías:
necesito ir abreviando ya. Mientras tanto, yo, Niara, les acuso; y
además les demando y exijo para nosotros los africanos la misma
sostenibilidad que sus minas y yacimientos han tenido durante los
últimos ciento cincuenta y un años. Dos mil un millones de
personas reclamamos poder quemar petróleo y carbón hasta ponernos a
la par con ustedes, entonces, nos aconsejaremos unos a otros el
instalarnos molinillos, baterías, placas solares y demás utensilios
tan “eficientes” y efectistas para el desarrollo sostenible. Con la energía
de la Señorita Pepis no vamos a ningún sitio, no hay nada
que hacer. Quemando mierda de ñu dentro de nuestras cabañas lo
único que conseguimos es no llegar a conocer a nuestros nietos nunca
jamás; pues mujeres sin pulmones a los veintitantos, son abuelas muy
poco viables; además de no podernos dar el gusto de tener un
butanero “a mano”…
Reivindicamos
poder usar los insecticidas, herbicidas y fungicidas que han hecho
tan guapos y sanos a sus hijos. Nos llenaría de orgullo paternal el
poder contaminar un poco las desembocaduras de los grandes ríos
africanos, a cambio de limpiar para siempre nuestros deltas de los
odiosos mosquitos simúlidos y sus parásitos, que barrenan los ojos
de nuestros niños y… nos traen la malaria. Al respecto, no hará
falta que les recuerde a tan insignes pesimistas el estado en que
tenían a sus corrientes fluviales, como el precioso Támesis, no
hace muchas décadas…, y el vergel en que hoy los han convertido.
Para irles todo a peor, no está nada mal…, ¿verdad?
Y
sobre los trangénicos, ¡qué!... Si tuviéramos más tiempo, si mis
hijos no estuvieran locos por acabar esto ya... En fin. Los alimentos
modificados genéticamente son otro reflejo del estado de hastío de
sus señorías; se podría resumir su actitud con ellos comparándoles a ustedes con el perro del hortelano: ni comen ni
dejan comer… Tráiganlos todos aquí. Tráigannos patatas
modificadas genéticamente, pero a ser posible sin el gen de
lecitina. Esas, se las quedan ustedes. Si hay alguna otra planta
modificada con un gen muy alergénico, esas también para sus
mercedes. Con genes no muy alergénicos, ¡venga!, para acá, que no
somos tiquismiquis. Cultivos con modificaciones implantadas y
eficaces contra la sequía y las plagas; con genes procedentes de
toxinas de bacterias totalmente inocuas para las personas -incluso
para nosotros-, y suficientemente testados; fantástico, eso ¡¡SÍ!!
que es progreso del bueno. Pero ustedes ¡¡NO!! lo quieren; son
personas desconcertantes. Señores del Panel Intergubernamental
-ufff-, ya tardan en traérnoslos... ¡Gracias! Y esta vez sería de
corazón... si no me hicieran oídos sordos y continuaran empeñados en
imponernos guardar la línea.
No
quisiera cortar la conexión sin tener una mención expresa con los
medios y la farándula. Ahí estás incluido TÚ, mi querido AL.
No tengo palabras para ti. Haber usado -manoseado, mejor- el
aparataje de Vicepresidente de los EEUU para esto. AL:
devuélvele el dinero a los andaluces, a los contribuyentes
españoles. ¡Ay, AL!, si el bueno de Don Javier alzara la
cabeza y recordase lo que le costó levantar Abengoa en la posguerra
española, con sus tres empleados y su motito por esas carreteritas
de Dios, contratando instalaciones eléctricas; y comprobase hoy
dónde ha ido parte de su denodado esfuerzo y qué cosas se
patrocinan... ¡Ay, Felipe de mi Alma!... Sé toreador, AL, y
devuelve el premio nobel -con minúscula-. - ¡torero, torero!,
me grita la buena de mi Kendi, ahora desde fuera de la cabaña. Debe
estar listo ya el ñame cocido…, gracias a la mierda de ñu. ¿No?
Mención
especial para George Nexpress: ni el piano de cola ni la cafeína han
servido de nada para abrirle las entendederas al guuuapo de
George. ¡Chico wapo y malo, malo!
¡¡Y
Tú mi Niño!!; mi Leopardo Do Caprino; he visto en mi ya corta-larga
vida a otros zagalones pijos quitarse sus complejos de culpabilidad
de mejores y menos dañinas maneras... !!!Ayyyy; cuanto demonio
con carita de Ángel!!!
Sois
el ariete que abre todas las puertas de la comunicación; y tras la
máscara y la pátina de comprometidos y solidarios están vuestros
miles y miles de kilovatios/hora y vuestros jets privados. Quiero
aprovechar el nefasto recuerdo que me traéis, para desearos que os
lo metáis todo a modo de supositorios por el… alma. Incluidos
vuestros cochecitos-juguetitos e-co-ló-gi-cos. Es curioso que
haya salido por primera vez en el discurso vuestra palabrita mágica.
¡Santidad!...,
¿y usted, QUÉ?... ¿A verlas venir?... Si le hago una pregunta,
con todo el respeto del mundo -y que prometí no hacer-, es porque a
su Excelencia me gustaría, si no salvarlo -válgame Dios-, al menos
eximirlo de este holocausto encubierto.
Inocencio
VIII -vamos a terminar como empezamos-, siguiendo la línea
argumental de que a las bonanzas y a los favores Celestiales les
estaban retorciendo el brazo los íncubos y súcubos de Luzbel, tuvo
en su época la respuesta que todos conocemos. Buena o mala, pero la
tuvo. Se mojó, más bien... se quemó; bueno, Él no. En fin, no
sigamos por aquí... que nos estamos perdiendo.
Beatísimo
Padre: esto no es hoy una trifulca entre Dioses, ni tan siquiera de
Occidente en oposición al resto del Mundo. Es una guerra (de
algunos-muchos hombres malos y una sociedad abotargada y encantada de
haberse conocido)... Es una guerra contra la Razón humana y divina y contra la
Caridad Cristiana bien entendida. Ayúdenos a quitar caretas, Santo
Padre. No sólo de misioneros va a vivir -siempre- África.
Sumo
Pontífice Benedicto: estamos de acuerdo en que ya no es una pugna
entre fuerzas Celestiales y del Averno. Hoy se trata de Demonios
humanos Emplumados -plumas sintéticas, ya lo creo- contra una
tercera parte de la Humanidad, y con un sólo pretexto, muy engañoso
y tremendamente injusto; criminal, diría yo... Además, Santísimo
Padre, no es posible que esta humilde servidora, rezándole al fondo
huero y seco de nuestro Árbol Sagrado, consiga más favores que su
Santidad orando en los Sagrarios Vaticanos. Eso no es ni siquiera
humanamente posible…
Qué
más os puedo decir a los del IPCC -definitivamente ya os tuteo-. Que
sois estúpidos de solemnidad -menos mal que ya os tuteo-,
teniendo en cuenta, además, que es ésta escudo de toda estupidez…
No es malo ni perjudicial que penséis un poco. ¡No!
Y
pese a parecer indignada, no lo estoy; aunque sólo sea por hacer
buena la frase de persona que incluso en el culo de vuestro mundo da
gusto rememorar: “aunque la indignación parezca ofrecer la
apariencia de equidad, lo cierto es que se vive sin ley allí donde a
cada cual le es lícito enjuiciar los actos de otro y tomarse la
justicia por su mano”. Y sí, sí quiero aquilatar el Pensamiento
de Spinoza y no indignarme con vosotros; simplemente os quiero mandar
al Infierno con Leopoldo II e Idi Amin Dada.
Y
si no fuera porque nunca se vio destacar a un ciclista de color negro
en el Tour de Francia, yo gustosamente les enviaría a mi Daren. Es
de ver mi Daren, ¡cómo pedalea el angelito! -negro.
Y
ya está; está todo dicho. Hoy no necesitaré el Omeprazol
caducado de las misioneras. Sólo despedirme con unas palabras del
ínclito y genial Camus. “No hay destino que no se venza con el desprecio”. Y yo a vosotros os desprecio sobremanera. Nada personal, ya sabéis;
no es vuestra forma de vida, ya la quisiera en muchos aspectos para
nosotros; son los grilletes que no le quitáis a mi amada África.
Siempre
se queda algo en el tintero. ¡¡Sí!! Sobre todo cuando se escribe de
forma tan taxativa… Mejor será despedirme con unas palabras del
bueno de Fernando: “Sólo los tontos no dudan nunca de lo que oyen
y sólo los chalados no dudan nunca de lo que creen”.
Ni
suya... ni afectísima: Niara
...El Ponente Delparque se había empleado a fondo... Leyó con soltura, y con un timbre muy templado y convincente de voz, los doce o trece folios "originales" de la carta de Niara. Los dos primeros con una parsimonia apabullante para que pudiesen reaccionar los traductores simultáneos. Cuando concluyó con el: “ni suya... ni afectísima: Niara”, le quedó un regustillo parecido a cuando Sor María Aránzazu mandaba leer en voz alta el libro de lectura El Pájaro Verde.
Vamos a retrotraernos con la moviola unos instantes…
“Ni suya... ni afectísima: Niara”
El
congresista Señor Delparque hizo reposar la docena de folios
ecológicos en el atril de metacrilato. Miró hacia el frente con
decisión de montañero; siguió a pies juntillas la técnica de
imaginar en bolas al auditorio para así no dejarse intimidar. No
coló. Observó pataditas por debajo de las mesas, furtivos
codacitos, contagiosos carraspeos… Y remató:
“¡La
Verdad nos hará Libres!, ¡¡Señoras, Señores: El Rey está
desnudo perdidoo!!”
Para
la segunda frase habría sobrado el equipo de megafonía. Cogió
los folios de un manotazo y comenzó a cruzar el basto salón de
actos con una sonrisa relajada. Los del fondo estallaron en aplausos,
se quitaron los pinganillos de la traducción simultánea,
aplaudieron a rabiar, se abrazaron lo que pudieron, pues sus orondos
cuerpos no daban para abarcar demasiado. Eran los afamados delegados
nórdicos; en las tres jornadas de pernocta hubo que reponer en
varias ocasiones los muebles-bar de sus habitaciones. Nunca en el
hotel se había visto tanta rotación de botellas minis. El jaranero
grupo habría aplaudido a rabiar de igual manera, de haber
presenciado en directo la violación de Erik El Rojo -doscientos
trece centímetros de vikingo- por parte de David El Gnomo.
John
Capirote, enervado perdido, le siguió -como pudo- la estela a través
del pasillo central del salón de convenciones. Los reporteros le
asediaban. El baranda del IPCC -volvamos a unos minutos antes y
recordemos- estuvo expectante durante todo el discurso, esperando un
giro en el mismo que hiciese parecer todo lo anteriormente leído una
broma de mal gusto. Al principio -hasta la lectura del segundo folio-
lo sufrió en español, sin la ayuda de los traductores
simultáneos, aprovechando, además, el rebufo de la parsimonia de
Delparque y lo entre amable y desconcertante del inicio del alegato.
Luego, poco a poco, no pudo dar crédito a la parrafada diarreica y
pasó a los cascos, en inglés... Ahora -y retornando a la estela de
la persecución-, justo antes de embestir a la pareja de puertas
abatibles que le sacarían de aquel infierno de micrófonos y
flashes, John C. accedió al Curiaqui de muy malos modos, asiéndole
por el codo e increpándole.
- ¡Delparque, Delparque!, ¡qué significa esto!... ¡¡¡¡Diiiime!!!
- ¡Déjame en paz, John! -se escurrió con soltura el todavía concejal de medio ambiente, en estos momentos cuartillo y mitad, si acaso.
- ¡Cerdo! A qué multinacional te has vendido. ¡Eh, traidor!
- A una de dos patas: Curiaqui Delparque se llama, chaval.
- Encima me vacilias, cerdo capitalista..., nos veremos en el Tribunal de la Haya.
Lo
de “vacilias” le hizo mucha gracia, lo de cerdo capitalista más,
viniendo de uno de los gerifaltes del intergovernmental Panel on
climate change. Lo de La Haya le enterneció, pues de nuevo apareció
la imagen de Sor María Aránzazu explicando a los de los babis la
diferencia entre las distintas acepciones y ortografías del sonido
Haya. Al fin encontró lo que tanto anhelaba: unos de esos servicios
desperdigados que nunca encuentras por los hoteles cuando tanto los
necesitas. Allí halló el minuto de calma que necesitaba. Los
reporteros tuvieron el buen gusto de no actuar como los del
“sálvame”, y por extensión no sobrepasaron los límites de la
cordura y de la decencia. John Capirote -por otro lado- capeó el
inesperado temporal como pudo y recondujo de nuevo a la turbamulta
mediática hacia el salón de la convención. El Curiaqui -en su
W.C.- se alivió de forma inefable; pero como quiera que siempre
existe el gallito que más pecho desea sacar, el reportero más
dicharachero, o el becario que anhela con todo su ser dejar de serlo, uno de ellos se coló e interrumpió la micción a un cuarto de su
conclusión. - ¡Señor Delparque, Señor Delparque!... No le
dio tiempo a más. El concejal -en un gesto intolerable para el
portador de un Armani-, compañero en diestra mano, se volvió y le
amenazó sin terciar palabra de por medio con salpicarle en el mejor
de los casos los relucientes Sebagos sin borlas que el imberbe
reportero calzaba. Éste también había sido niño, y enseguida
entendió ese gesto tan habitual entre la chavalería... de amenazar al
plomo de turno cuando en armónica comunión la zagalería
mea. Se dio media vuelta y desapareció desarmado, desalmado. Se
dio media vuelta y concluyó el alivio. Algo del tamaño de las
chocolatinas del Cine Planelles, pero sin la dulzura y sin la
expectativa de buenos augurios de éstas, le estaba fastidiando en el
bolsillo de su pantalón.
A la
Blackberry la había atendido hasta minutos antes de comenzar el
discurso. Durante las presentaciones y el alarde multimedia previos a
aquél, Delparque la había puesto en modo silencio. Concluido su:
“Señoras y Señores: El Rey está desnudo.”, la había
despertado de nuevo. Cuando terminó de aclararse con el secador de
manos automático, la sacó de su bolsillo izquierdo. Treinta y tres
llamadas sin contestar en ese ratito. ¡Increíble! Las siete últimas
de un tal M. Chávez. - “Sanseacabó” -se dijo-. No
se molestó ni en apagarla. Conforme se dirigía al EXIT del
excusado probó un tiro de tres sobre la primera taza descubierta
que puerta abierta le ofreció. Muy pocos podrían haber vaticinado
tan indignas exequias para tan afamado aparatito. Final de Partido.
Pilló
a un camarero en un renuncio; pues aprovechando el zagalón el río
revuelto, quiso hacer su ganancia de pescadores en forma de dátiles
con bacon, que en su bandeja cada vez eran menos…
- ¡Eh Chaval!, hazme un favor...
- Lo que usted mande, Señor -casi se atraganta el astuto barman.
"¡Anda,
pero si este ha sido educado y todo!". Se dijo para sus adentros -aún
le quedaban ganas para rizar el rizo al Curiaqui.
- ¿Está la señorita Mariví en la recepción en estos momentos?
- ¡¡Sí, sí!! Todo el fin de semana; ¡¡menuda es ella, Señor!!
- Dile que venga..., por favor… ¡Este rincón es bueno para que no nos vea nadie! ¿No!...
Y se
puso como un tomate el que hacía un periquete se había puesto
hasta el pié de rollitos de dátiles con bacón. El rubor se le pasó
nada más ver el billete de veinte euros que Delparque le soltó con
una sonrisa cariñosa.
Mariví
se encargó de todo. Hizo recoger hasta el último de sus enseres de
la habitación. Supervisó el embalaje de la Samsonite y le incluyó
el albornoz de la Casa; no quería que el afamado cliente se llevase
mala impresión de su paso por Calpe. Lo hizo pasar por medio de las
cocinas. Mientras se abrían paso entre la febril actividad, el
Curiaqui notó que se recogían los restos de la primera tanda de los
raquíticos almuerzos dados a los guiris. Estaban -por otro lado- a
punto de salir de los hornos, pollos y corderos con guarnición para
los comensales nacionales. No sabía por qué, pero le vino a la
cabeza lo bien que se comía en Zamora y Salamanca; bueno, en toda
España, se dijo. La hora de comer no perdona ni en trances tan
desconcertantes como el que se estaba viviendo en directo, minuto a
minuto. Mariví, casi sin pararse a dar explicaciones al jefe de cocina, tiró de porción de empanada gallega y la colocó a la
carrera sobre una bandejita de cartón reciclable -claro-. Parecía
una prueba del Grand Prix... más que otra cosa. El chef traía, a su
vez, numerosas latas casi congeladas de Fantas, Cocacolas y, sobre todo, Cruzcampos. No había color. Y aunque quedaron hermanadas todas las
americanas, el grupo restante que el Curiaqui dejó en sus
manos... resultó muy desangelado…
En
el muelle de recepción de las cocinas esperaba el Skoda Octavia con
el cartelito de ocupado que lo llevaría sin molestar -ya había
hablado Mariví con el Séneca de turno- hasta Manises. La carrera la
pagó de su bolsillo. No recordaba la última vez que había tenido
este gesto. Y reflexionó Delparque sobre la bicoca de estar -ahora
más bien... de haberlo estado- enganchado a la teta de los
Presupuestos.
Pensó Delparque que no era de recibo haber estado varios días consecutivos en Calpe y no pasarse aunque sólo fuese unos minutos por su playa. Bajó el taxista hasta la orilla
por la antigua torrentera -hoy avenida de los Ejércitos Españoles-.
Se aprovechó el del Skoda Octavia del torvo día que avanzaba y del color panza de burra
de su cielo, en el sentido, que
dicho panorama espantaba a los domingueros y se aparcaba como de
jueves. Estacionó; le embargó de pronto al ocupante un sentimiento de soledad y
responsabilidad enorme; rápido se recompuso, pero medio conmocionado y desubicado en el tiempo.
Era la sensación provocada por no haber dormido prácticamente nada
en toda la noche. Entre una multitud de franceses arremolinados en la
orilla de la playa -“así comenzamos con el capullo y felón de
Godoy” (masculló medio en broma)- consiguió abrir brecha: -
S´il vous plait monsieur, s´il vous plait madame, échate “pal-lao”
garçon. ¡Qué cojones, si esto es gabachilandia!, ¡¡cooño!!
A
los gabachos que habían visto los telediarios le sonaban de algo le visage del español… El
español se metió en la mar arremangándose los bajos del Armani, pero sin mojarse más allá de los
tobillos, en el momento rompían las olas del Mare Nostrum en versión Mister Hide, en aquel levantisco domingo. Su espalda
soportó todo el cemento y el ladrillo de la primera línea de costa;
sus ojos compensaron lo que a Dios gracias su torso no podía ver. Se
giró muy levemente hacia la derecha: El imponente Peñón de Ifach;
se viró del mismo modo para la izquierda: todo el rosario de Calas
hasta Moraira, y al fondo, difuminada por la bruma ya, la molicie de Punta Moraira. “Bendito
seas Señor, por el bronco día que me has dado...” -se dijo.
Una caracola arrumbada en esa paradisíaca orilla, al acariciarle una de sus orejas, fue la que le hizo sonreír para siempre...
Existen variopintos rumores de cómo terminó esta bonita historia; uno de ellos está abierto a nuestra insondable imaginación; y tiene como protagonistas a dos Prohombres...
""El
réprobo AL se comunicó directamente con el Bueno de
Manolo. – “¡Intolerable Don Manuel! ¡¡In-to-le-raaa-ble!!”.
El resto se lo tuvo que embaular el Vicepresidente de parte del
subsecretario del estadounidense, lo que le humilló más si cabe que
el mismo rapapolvo en sí. El Bueno de Manolo, entendió que
la trascendencia y el efecto bola de nieve en que el tema estaba
derivando no requería de correveidiles. Le consiguieron el teléfono
personal de Delparque -"¡¡el de su casa o el de los dos o tres móviles, coño!!"- en lo que tardan los niños en
saltar del sofá..., al grito de: “¡Nos vamos al McDonalds!”.
Quería ser efectista, fulminante, pero no pillarse los dedos
legalmente. A lo más que accedería..., sería a que el subversivo
concejal quedase relegado en la oficinucha -por no decir
cuartucho- de los A-Z del cementerio de su Pueblo. Una Olivetti
lettera 32 pretendía que fuese su fiel compañera de trabajo a partir del
lunes. No negociaría más allá de este límite… ¡Qué infeliz,
el Bueno de Manolo!... !!!Imposible!!! El Curiaqui nunca más se puso
a un teléfono para atender cosas que no estuvieran relacionadas con
su Nueva Vida...""
sobre los textos
© Rafael Mariano Domínguez Fraile (ana casaenrama)
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