miércoles, 3 de diciembre de 2014

Así conocí a Brian...






 Mira SIEMPRE el lado brillante de la vida...




http://www.alucine.es/wp-content/uploads/2014/07/La-Vida-de-Brian1.gif






(narrado en 3ª persona... Es que me da corte.)


     Corría la Navidad del mil novecientos setenta y tantos --bastantes tantos--, creía recordar Lalo. Durante una tarde tonta y medio perdida de aquellas vacaciones, él y sus amigotes decidieron aparcar sus culos en la sala de un cine..., de aquellas donde ponían --como un huevo-- una película de título imposible de recordar, pues si no la anécdota no sería entre otras cosas creíble. Lo único que esperaba el grupito de imberbes era que fuese tan “buena” como la última que degustaron, y de la que tan sólo recordaban la profunda expresión de una de las protagonistas...: ¡¡¡Einch Peter, einch!!! La película-documental fue alemana, la expresión sonaba aproximadamente así, y la chavalería la había convertido en grito de guerra… <<¡¡¡Einch Peter, einch!..., ¡Einch Peter, einch!!!>>. El film al que ahora con tanta ilusión se dirigían lo habían visto anunciado en una cartelera del centro; lo que los enervados zagales no advirtieron era que la cartelera estaba partida, en aquella práctica entonces tan habitual para aprovechar las salas al máximo durante las vacaciones, y había sesiones por la mañana y por la tarde... de dos películas diferentes...


     Llegaron a la ventanilla de la taquilla y, camuflada la vergüenza tras el grito de guerra, compraron sus entradas con mariposas en sus estómagos, incluidas, pero sin palomitas. La película estaba recién empezada, todo el personal acomodado, y en esto entró esa manada de seis o siete a modo de berrea de venados en Cazorla. El último, tras la puerta abatible con ojos de buey, se llevó el cortinazo de plomo en la cara; y cuando aquél entraba, aún los primeros no habían acomodado sus ojos a la oscuridad de la sala y de la escena en pantalla. Habían aterrizado en la esquina de uno de los pasillos laterales, y al comenzar a distinguir el cine a rebosar, les entró un pasmo, una risa y una sensación de incredulidad de veintiocho de diciembre impresionantes. No daban crédito; no podían haberse multiplicado de forma exponencial los “salidos” en esta ciudad. Sólo dos de ellos cayeron en ese instante en la cuenta de la confusión, pero la prisa por esconderse en alguna butaca libre, el cachondeo que se llevaba el resto al comprobar la desinhibición milagrosa y general de la feligresía, y la casualidad de que todo el cine andaba revuelto por la escena de la pantalla, todo esto junto y conjugado, hizo que la confusión entre los adolescentes fuera mayúscula. Pudo acomodarse todo el grupo junto, en una de las primeras filas, y tanto los advertidos del error de cartelera, como los muy confundidos por lo kafkiano de la situación no cejaban en la risotada tonta e indomable. El resto de la sala acompañaba y no le iba a la cola, y parecía que desternillándose se desmontarían a cachos, con lo que en la pantalla sucedía a la luz de una gran Estrella... Los seis o siete magníficos, integrados ya del todo sus ojos a la penumbra mágica del cine, con sus cazadoras, trencas y tabardos a sus faldas, no dejaban de mirarse unos a otros cual grupo de confundidas lechuzas; de mirarse y de descojonarse. Los avisados desde el principio, porque eran superados por la risa tonta generada por el cúmulo de tan simpáticas casualidades, y los demás, porque seguían sin poder explicarse nada; pues cómo, entre tanto barullo, sorpresa y estupefacción, sobre todo entre éstos últimos, podían digerir la adoración de los Reyes Magos al Niño Dios, versionada por Los Monty Python en La vida de Brian.



  • sobre los textos
    ©  Rafael Mariano Domínguez Fraile (ana casaenrama)

        diciembre de 2014




LA VIDA DE BRIAN---------->>>



No hay comentarios:

Publicar un comentario