A lo cual
respondió uno de mis compañeros:
-El rocín del señor Miguel de
Cervantes tiene la culpa desto, porque es algo qué pasilargo.
Apenas
hubo oído el estudiante el nombre de Cervantes, cuando, apeándose
de su cabalgadura, cayéndosele aquí el cojín y allí el
portamanteo, que con toda esta autoridad caminaba, arremetió a mí,
y, acudiendo asirme de la mano izquierda, dijo:
-¡Sí, sí; éste
es el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre, y, finalmente,
el regocijo de las musas!
Yo, que en tan poco espacio vi el grande
encomio de mis alabanzas, parecióme ser descortesía no corresponder
a ellas. Y así, abrazándole por el cuello, donde le eché a perder
de todo punto la valona, le dije:
-Ese es un error donde han caído
muchos aficionados ignorantes. Yo, señor, soy Cervantes, pero no el
regocijo de las musas, ni ninguno de las demás baratijas que ha
dicho vuesa merced; vuelva a cobrar su burra y suba, y caminemos en
buena conversación lo poco que nos falta del camino.
Hízolo así
el comedido estudiante, tuvimos algún tanto más las riendas, y con
paso asentado seguimos nuestro camino, en el cual se trató de mi
enfermedad, y el buen estudiante me desahució al momento,
diciendo:
-Esta enfermedad es de hidropesía, que no la sanará
toda el agua del mar Océano que dulcemente se bebiese. Vuesa merced,
señor Cervantes, ponga tasa al beber, no olvidándose de comer, que
con esto sanará sin otra medicina alguna.
Eso me han dicho muchos
-respondí yo-, pero así puedo dejar de beber a todo mi beneplácito,
como si para sólo eso hubiera nacido. Mi vida se va acabando, y, al
paso de las efeméridas de mis pulsos, que, a más tardar, acabarán
su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida. En fuerte punto
ha llegado vuesa merced a conocerme, pues no me queda espacio para
mostrarme agradecido a la voluntad que vuesa merced me ha
mostrado.
En esto llegamos a la puente de Toledo, y yo entré por
ella, y él se apartó a entrar por la de Segovia.
Lo que se dirá
de mi suceso, tendrá la fama cuidado, mis amigos gana de decilla, y
yo mayor gana de escuchalla.
Tornéle a abrazar, volvióseme a
ofrecer, picó a su burra, y dejóme tan mal dispuesto como él iba
caballero en su burra, a quien había dado gran ocasión a mi pluma
para escribir donaires; pero no son todos los tiempos unos: tiempo
vendrá, quizá, donde, anudando este roto hilo, diga lo que aquí me
falta, y lo que sé convenía.
¡Adiós, gracias; adiós,
donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y
deseando veros presto contentos en la otra vida!""".
Cervantes