lunes, 23 de mayo de 2016

Editores, S. Ahhhhhhh!!!!! {O LA SIESTA DE DALÍ*}






Por muy Tenorio que me apellide no debo darme a estos festivales y desfases a estas horas vespertinas y aún caniculares. Ni siquiera estos gruesos muros de mampostería, de esta señorial alcoba renacentista, amortiguan la rabiosa fiebre de Lorenzo. ¡Qué ven mis luceros recién liberados de Morfeo!... El cantarillo de la fresca agua, allá en el alféizar, a la sombra del ajímez. Pero bien sé que es mayor mi derrengo que la necesidad de beber... Y encima, Aldonza a mi vera no excusa el embozo hasta la barbilla una vez hemos yacido… ¡Qué calenturiento recato, Dios mío, tras el desacato!... ¡Mírenla, pardiez! Si consciente fuera de que su señor Alminares puede estar al caer, no dormiría plácidamente cual confiado bebé. ¡Qué delicada potranca, qué maravilla de mujer! Aquí arrebolado el cabello, ni entresuda -ahora- su tez. Que diera aviso a la hora del ángelus el impresor Alminares -con la mucama Fátima- de que en el almuerzo de hoy no se dejaría ver, no significa que de un momento a otro a través del ojo de la ferradura nos pueda sorprender. ¡Qué horror!... Y mi sable toledano, vislumbrado tras el tul, mal colgando del dosel; gallumbos y blusón por tierra… ¡Que me aspen! ¿Quién osa lamer ahora con esa fruición mis desnudas muñecas, antebrazos incluidos, ahí abajo junto al fresco terrazo?... ¡Recoños!, dos chuchos enanos, traídos seguro del virreinato de Méjico, que remolonean con las babuchas del señor. ¡¡Despierta ya Aldonza!!, y explícame qué significa labrado en esos collares: "Cornudo" y "Apaleado"!!!!”


         
            


  • Deja en paz los abalorios y sus canes, que son el delirio de mi señor el impresor Alminares.
  • ¡Ay Aldonza! No me dabas esos mandobles con la almohada ni hace apenas media hora.
  • ¡Mira, Tenorio!, la sombra de la Giralda se nos cuela ya en el dormitorio.
  • ¡Pardiez!, que tu marido va a llegar de una vez.
  • ¡Calza y viste raudo!, que oigo de Alminares ya sus quedos pasos.
Carajo de profesión, de afición, en la que siempre termino gritando <<para qué os quiero pinreles>>. Las gárgolas, hoy sudando, de los tejados de Santa Cruz una vez más me saludan, me guiñan y me muestran cómplices mil trochas que los cornudos desconocen… ¡Ay por Dios!, que el impresor bien conoce los soberaos de la judería, si no…, no me alcanzaría” – Cae bellaco Tenorio al callejón y alivia la testa de tanto cabrón. “¡¡Aspidistras, helechos espada, clivias y costillas de Adán no me salvan del costalazo en el tartán!!”






  • ¡¡¡AldonzaaaaaiiiIIIIneeeéssss!!!!!
  • ¡Pepelu, Pepelu, mi amor, despierta! No puedes ponerte como el Kiko de salmorejo y dormirte un siestón en el despacho antes de un libro y la suya presentación. ¿Qué soñabas…, si se puede saber?
  • ¡Ay, Inés!..., qué vívida pesadilla; no le pongas tanto ajo al salmorejo, Cielo. Pues no que me la estaba pegando este cabronazo que viene, pero con los nombres trabucados…, creo.
  • ¡Anda, anda, Alminares!…, que te está esperando ya en el recibidor.
  • … ¿Ana Casaenrama?... ¡No se le habrá ocurrido traer los Chihuahuas?
  • … ¡¡Noo!!... Viene muy afeitadita “¡Ella!”, con estilismo a lo garÇon y la nuez sin poderla disimular del todo..., mi amor.
  • ¡Vaya!... Se me pasó ponerte en antecedentes… Es peculiar la muchacha… Hazlo pasar, ¡anda!


¡¡Hombreeee, Mariano!!, dieciocho los ojos que te ven. Qué tal el vuelo” “Tranquilo. Gracias, Pepelu… Pero vengo desconcertao… La librería del aeropuerto, mejor no la hubiese trasteado… Es como una librería de viejo pero a la menos uno… ¡Qué cosa más friki!, Alminares… Casi al peso el libro de la Esteban, por no hablarte de novelas apelotonás, como las del boli… ¡No me jodas, Pepelu!” “¿YYYYYY?” “Pues que yo he llegao a tu bendita casa con mi ración diaria de contacto consciente con la naturaleza: ten en cuenta que antes de coger el avión hacia Madrid me he dao un garbeo en bici por la huerta de Alboraya y he despachao con los llauraors, dando apretones a sabios callos al despedirme (1); faena creativa tengo por un tubo, creo: pero no me refiero a la escritura ni mucho menos, los tiros van, desde mis lecturas, por ejemplo, o desde hacerle un arroz al horno a mi familia con todo mi cariño, hasta perder toda una tarde conversando con un amigo (2); y lo más importante… Mientras tu mujer y yo nos reíamos en el recibidor de vuestra oficina, oyendo los desvaríos de tu siesta, he tenido una sensación raraa, raraa” “El diálogo es tuyo, Mariano; remata pues” “Pues…, que no siento la necesidad de ninguna presentación en la fnac o en el Corty para estar convencido de que hago cosas güenas en mi entorno…, para mi entorno (y3).” “Y yo diciéndole a Inés que eres peculiar… ¡Carajo de tío raro! ¡¡Anda, anda!!, vamos a tomarnos una horchatita antes de la presentación..., y ya veremos”


Fueron y se la tomaron.







* Según el artista, la siesta corta de media hora era efectiva para inspirarse.


sobre los textos
©  Rafael Domínguez Fraile  (ana casaenrama)




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